domingo, 30 de diciembre de 2007

Mi amiga Laura ha cerrado el bar. Después de que su médico le puso el diagnóstico encima de la mesa, un cáncer de pulmón, y le informara de las posibilidades que había a su alcance, se decidió a hacerle frente a la incertidumbre y a la angustia y someterse a un tratamiento de quimioterapia.
Pero, antes de empezar con sus sesiones de quimio, se cogió una semana de vacaciones para hacer el viaje, me confesó, que siempre había soñado. No quiso decirme cuál era el destino.
-Ya lo sabrás por las postales -me contestó ante mi insistencia.
Llevaría una hora adormecido por el vino cuando un golpe de frío me despertó y me hizo tiritar todo el cuerpo. Ni los tres cartones que coloqué en el suelo ni los seis periódicos que me eché encima pudieron aislarme de la helada de la noche. Este invierno viene duro para la gente que dormimos en la calle. Me bebí el poso de la botella que me quedaba en pie y, abrazándome a mí mismo, me hinoptizó la claridad de la luna. Y me acordé de mis hijos. Y empecé a llorar, como debe hacerlo un exlegionario, en silencio y con los dientes mordiéndome los labios. No lloro de nostalgia; menos, de remordimientos. A veces, lloro de soledad; muchas, de vergüenza. Lo único que ya no soportaría es que mis dos hijos me encontraran en estas circusntancias.
Por cieto, ¡noticias crudas y frescas!: ayer unos niñatos gilipollas, ociosos y desalmados, volvieron a quemar a otra yonqui en el soportal de una iglesia.

P.D.: No hace falta que me digas que tengo mucha cara, pero ya me he gastado todo el dinero que me diste para que te enviara una postal desde cada lugar por el que pasara. El vino me puede, o me salva. ¿Quién lo sabe? Y, además, cada vez está más caro, y yo cada vez saco menos pidiendo por las aceras o a las puertas de los supermercados. Así que, cuando me canse de dormir en la calle y me decida a ir un par de días al albergue de las monjitas, te doy la dirección para que me mandes más dinero. ¿De qué te quejas si tienes casi gratis a un corresponsal de los sin techo?

sábado, 29 de diciembre de 2007

28 de diciembre. Día de los Santos Inocentes. No encontré mejor postal para este día que una cartulina en blanco. Para mí este vacío condensa el nombre de los inocentes, criminales y no criminales, pero inocentes al fin y al cabo. Aquí veo escrito el nombre tanto de los que han arrancado la vida a otro como el de aquellos que han entregado la suya propia por nada. Por nada.
¿Tú me entiendes lo que quiero decirte?

martes, 18 de diciembre de 2007

Desde Al Qatif, ciudad del Reino de Arabia Saudita.
Soy mujer y lloro por la injusticia que se ha cometido con la compañera que ha sido condenada por el Tribunal General de mi ciudad a tres meses de cárcel y cien latigazos después de haber sido violada por siete hombres. Su único delito fue haber estado en un automóvil con un hombre que no era miembro de su familia.
Soy una creyente y practicante del Islam, y soy mujer. No veo que sean dos realidades que se opongan ni contradigan.
Tampoco admito que los pueblos de Occidente se muestren, hipócritamente, como los defensores de la dignidad de la mujer musulmana. A menudo, la mano occidental que nos ofrece ayuda esconde una serpiente traidora y venenosa. Es nuestra lucha, no la de ellos. ¿Acaso se nos permitiría a nosotras, las mujeres árabes, protestar contra la prostitución tolerada o fomentada, en cualquier caso, pérfidamente disfrutada por los hombres occidentales?

lunes, 17 de diciembre de 2007

El cartero me ha entregado esta mañana un pequeño paquete. La señora Myeko me enviaba desde Japón unas postales que yo llevaba años buscando como si de un verdadero tesoro escondido se tratara y cuyo precio no estaba seguro de poder pagar si lo encontrara en algún anticuario o en algún tenderete de cualquier rastro. Aún no sé cómo se enteró de mi interés la señora Myeko. De lo que sí quiero dejar constancia es de mi infinita y profunda gratitud por tal regalo.
De la Hiroshima inhumana y salvajemente desvastada sí que todo el mundo que lo ha querido o ha sentido la mínima inquietud por tal infame destrucción de una ciudad poblada por unos doscientos mil civiles ha visto fotografías, que no dejan de ser como un trofeo de guerra. Pero de la Hiroshima anterior a la bomba atómica que la arrasó un seis de agosto de 1945 a las ocho y cuarto de la mañana resulta muy difícil encontrar imágenes. Es como si las potencias aliadas sintieran orgullo por lo logrado pero, en el fondo, pero que muy fondo, sintieran verdadera vergüenza por lo destruido. Es como si quisieran hacer creer al mundo el poder que poseen de crear la desvastación y la muerte. Pero ningún mandamás ni ningún país por muy poderoso que sea tiene la capacidad de crear a partir de la nada. La desolación de Hiroshima fue hecha a las ocho y cuarto de una calurosa mañana de verano a partir de la vida que había en la ciudad antes de esa fatídica hora, de sus mujeres y hombres, de sus niños y ancianos, de sus inquietudes, alegrías, tristezas y miserias, de la historia de un pueblo sencillo, entregado a su patria y, a su vez, utilizado por sus autoridades.
Hace años que a mí me interesaba contrastar ambas imágenes, las de antes y las de después de la bomba que lanzó el Enola Gay. Los cuerpos que nos han enseñado abrasados por el fuego, con la piel cayéndose a trozos, con las heridas supurando pus a borbotones eran cuerpos de jóvenes que un segundo antes estaban pensando en su pareja, o hijos que pensaban en sus madres, o madres que estaban dándoles el desayuno a sus pequeños, o médicos que entraban a trabajar en el hospital, o religiosos que decían sus oraciones o trabajadores que acababan de llegar a sus fábricas. También antes de las ocho y cuarto en Hiroshima había casas, barcas en sus ríos, templos, jardines, escuelas, hospitales, calles. Antes de las ocho y cuarto en Hiroshima había vida.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Miguel aún no ha llegado. Tardará meses y, cuando lo haga, vendrá en una silla de ruedas, y todo eso en el mejor de los casos. Antes pasará una buena temporada en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.
Cuando regresaba de Las Alpujarras a su casa del norte, Miguel se encontró de frente y en su mismo carril a un desalmado que se había bebido hasta el codo en una noche de gilipollas. El accidente fue bestial, igual que dos bombas mortales que chocan brutalmente. Se podría pensar que es una suerte que Miguel, con su lesión medular e inmovilizado de por vida, pueda contarlo aunque sean sus labios casi lo único que es capaz de mover.
Ya es suficientemente peligrosa la carretera por los imprevistos, casualidades o la fatalidad, como para que un descerebrado cargue aun más las tintas con una borrachera de falta de civismo, imprudencia absoluta e insensatez.
Este próximo fin de semana me acercaré a Toledo a abrazar a mi amigo Miguel. Laura me ha dicho que no se encuentra con fuerzas, que, por ahora, prefiere no ir.
Desde Las Alpujarras te escribo, amigo.
Ya sabes que era un viaje que llevaba planeando varios años. Y no me equivoqué en mi empeño. Esto es una gozada.
He viajado por buena parte de la comarca. He pateado muchos de sus pueblos blancos: Lanjarón, Orgiva, Cañar, Carataunas, El Barranco de Poqueira, Busquístar, Trévelez, Juviles, Alcutar, Cádiar, Lobras, Torvizcón, Ugíjar...
He disfrutado del silencio, de la frialdad de sus aguas, de sus tabernas y de la charla de sus parroquianos. Me han impresionado las huellas de su historia.
Desde el camino he visto el crepúsculo de cada día.
Dentro de poco nos vemos en nuestra ciudad, donde siempre, en el bar de Laura, nos damos un abrazo y te sigo contando.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Hoy he recibido cuatro postales: una de Darfur, otra de Oruro, ciudad andina de Bolivia, y otra más de Corea del Sur.
Ninguna de ellas me trae palabras felices, por cierto. En Darfur, ese infierno anclado en Sudán y en el que también se queman sus pies Libia, Chad y República Centroafricana, continúan las cotidianas violaciones de los derechos humanos y los ingenieros de la ONU aún no se han manchado las manos en la búsqueda de una solución; Bolivia es otro ejemplo más de lo sangrante y difícil que resulta que unos y otros nos pongamos, sencillamente, de acuerdo para conseguir una sociedad algo más justa y con un poco más de igualdad de oportunidades para todos; y las playas surcoreanas del Mar Amarillo se han teñido de negro por el vertido de un petrolero.
Pero la postal más triste me ha llegado esta noche de los labios de Lucía, mi amiga la del bar. Su depresión, más bien pánico a la incertidumbre, ha acabado esta mañana de deshojar la margarita: su médico del hospital le ha dado una mala noticia. Yo no sabía nada. Lucía es..., es así, y me lo ha contado sonriendo. Hacía semanas que no la veía tan animada. Ella dice que prefiere conocer las desgracias que ignorar lo fácil, pero yo no estoy tan seguro de eso. Como disculpándome, me fui al baño del bar, que está decorado con azulejos blancos con soles sonrientes de todos los colores pintados a mano por Lucía, y me he puesto a llorar.

martes, 4 de diciembre de 2007

Mi nieto se llama Mohamed, como yo, igual que su padre. Yo emigré a Francia en 1955 desde Casablanca, en uno de cuyos barrios pobres nací.
LLegué a Francia un 3 de septiembre; el día 7 estaba trabajando en una fábrica por las mañanas y encerando suelos en una oficina del gobierno por las tardes. Siempre me he sentido observado como diferente, porque lo soy. Pero yo y mi familia, lo mismo que otros muchos aunque no todos, la verdad debe ser dicha, agradecí y respeté al país que me acogió y me dio trabajo; y siempre, descontando casos esporádicos y creo que no dignos de mención, también fui respetado por los franceses, al menos hasta que la convivencia se torció de rumbo.
Mi hijo nació en París y mi esposa y yo volcamos todo nuestro esfuerzo en que mi hijo Mohamed fuera un buen musulmán y alcanzara estudios. Consiguió un buen trabajo en su profesión de mecánico. Pero, a partir de los ochenta, la economía de las empresas retrocedió en su camino y con ella otras muchas cosas. Mi hijo quedó sin trabajo por primera vez en 1983 y, desde entonces, ha ido sorteando los charcos como ha podido.
Mi nieto Mohamed acaba de cumplir dieciocho años. Acabó los estudios elementales por obligación, pero sin devoción. Siempre argumenta que los estuidos no son un buen pasaporte para encontrar dinero. A pesar de todo, mi nieto fue criado de forma más cómoda y regalada que yo crié a su padre; y, sin embargo, mi nieto no ve futuro, en realidad, no lo tiene. Las circunstancias han cambiado mucho, las personas también. El barrio en el que vivimos las tres generaciones ya no es el mismo, y la mezquita tampoco. Los habitantes de estos barrios, levantados en los alrededores de París para, principalmente, acoger a los inmigrantes han perdido la ilusión, están llenos de lodo en el presente y ciegos ante el futuro. La juventud ha visto el esfuerzo de sus padres y los pocos frutos que han cosechado, y se rebelan. La juventud ya no se fía, ya no ya no se deja aconsejar ni por sus padres ni por sus abuelos, porque, para ellos, nosotros de una u otra manera nos hemos dejado engañar estúpidamente. Los nietos de los primeros inmigrantes ya no se conforman con poseer más medios que sus progenitores, que pese a todo así es, sino que quieren estar a la misma altura de oportunidades que los franceses de pura cepa. Ya no se conforman con menos. Y puede que tengan razón.
Pero, mientras tanto, este barrio está sitiado por la policía como si sus habitantes fuéramos criminales; en las calles no se puede pasear seguro, de los parques han desaparecido las madres jóvenes con sus hijos y se han poblado de adolescentes de la misma edad que mi nieto Mohamed, que, con la misma indumentaria que los franceses y con igual o mayor soberbia que ellos, desaprovechan la oportunidad de estudiar, dejan pasar las horas entre sus manos vacías, o buscan pelea o consumen drogas, y lanzan su furia y su vacío de alma contra los que están enfrente, los de tez clara, los que, aún en los peores momentos, siempre pierden menos.
Pido a Alá que sepa iluminarnos a todos y, especialmente, a las autoridades para que este clima de abandono, de frustración y de guerra acabe pronto. Que Alá guíe a mi nieto Mohamed con clara luz por el buen camino y nunca estos ojos míos vean su nombre escrito en los periódicos como el de esos pobres chicos, Moushin y Larami, de quince y dieciséis años respectivamente, que perdieron su vida al empotrarse su motocicleta contra un coche de la policía en Villier-le-Bel, un suburbio a veinte minutos de París el domingo 25 de noviembre. Alá, Dador de Paz y Amigo Protector, es omnipotente y sabrá cómo lograrlo.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Este mundo da asco. No, no quiero decir otro topicazo más de los que estamos acostumbrados. De esos que luego ponen un teléfono debajo para que hagamos alarde de nuestra solidaridad rascándonos el bolsillo. O de esos que soltamos en conversaciones de listillos haciendo un balance del mundo en el que vivimos y de lo poco que hacemos. O esos en forma de reproche maternal que todas nuestras progenitoras nos han espetado alguna vez cuando la sopa se enfriaba en el plato, “y pensar que otros se mueren de hambre…”.

No, hoy no quiero palabras vacías sin pensamientos detrás que hagan de colchón. No, hoy no quiero palabras sin actos. No, hoy no quiero palabras sin recordar que verdaderamente soy insignificante. No, hoy no quiero palabras sin remordimientos. No, hoy no quiero palabras aparentes. No, hoy no quiero palabras que cuenten lo mismo de siempre. No, hoy no quiero palabras que relaten la miseria del mundo sin más. No, hoy no quiero palabras que nos ofrezcan datos vacíos sobre muertos de hambre. No, hoy no quiero historias cargadas de tragedia que tengan el único objetivo de contarlo.

No, hoy no quiero.

Y mientras, el mundo sigue dando mucho asco.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Tengo trece años, soy palestino y vivo en la Franja de Gaza. Me siento solo. Por ahora, éste sería mi mejor autorretrato: la soledad. Y mi padre no me ayuda en nada para salir de este laberinto sin salida. Él me incita a que aprenda a ser yo, a ser libre, a pensar por mí mismo. Y me ha aconsejado que, durante estos días, lea las noticias sobre la conferencia de paz de Oriente Próximo celebrada en la ciudad estadounidense de Annapolis y, con la información en mi bolsillo, aprenda a sacar mis propias conclusiones. Pero, ¿de qué me sirve tener mi propio juicio sobre nuestra realidad? ¿Es que puedo hacer algo yo solo? ¿Acaso puede mi padre? Él dice que está abierto al mundo, que se siente palestino, pero también de muchos otros lugares. Pero él apenas puede mantener a su familia. Es un pobre hombre, también un cobarde. Si sobrevivimos, es casi por inercia. Entonces, ¿de qué le sirven a mi padre la libertad, la intergridad y la independencia personal? ¿Se come de eso? Además, él sí que está solo. Si no fuera por su trabajo en la tienda de comestibles (aunque cada día las estanterías están más vacías) que regenta, no hablaría con nadie. Porque nadie lo entendería. Y yo no quiero estar aislado. No quiero ser un bicho raro. Quiero petenecer a un grupo. Mira, si te soy sincero, me da igual a cuál. Pero, necesito sentirme protegido, arropado e, incluso, no encontrarme en la obligación de pensar por mí mismo. Sé también que tampoco es la felicidad el pertenecer a alguna fracción política. Un primo mío de diecinueve años ha muerto hace seis meses en un ataque suicida. Por lo tanto, sé muy bien de lo que hablo. Sin embargo, se le veía contento, relajado, convencido. Mi primo decidió una vez; luego, se dejó llevar, incluso hasta la muerte, porque la claridad de sus ideas le arrastraban hacia el sacrificio. Yo aún no he dado el salto, aún no soy valiente hasta ese punto. Además, yo no veo nada claro, ya ni siquiera sé si de verdad quiero la paz que mi padre tanto ansía. A veces pienso que la paz es más costosa y difícil que estas múltiples guerras que padecemos. Lo único que deseo es sobrevivir. Y la libertad y la integridad y la independencia personal son palabras huecas, que no ayudan para nada.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Estuve unos días fuera. Nunca mejor dicho. Estuve en otro mundo.
Me había equivocado cuando pensé que mi amiga Lucía salía a flote de su última depresión. Fue un espejismo. Al día siguiente de pasar la noche en mi casa, se negó a abrir el bar. Sólo me repetía una y otra vez:
-Necesito huir del mundo por unos días. Necesito...
No se me ocurrió otra idea, aún no sé por qué, que cogerla de la mano y llevármela a los Picos de Europa. Allí conozco, por razones que ahora no vienen a cuento, a un pastor de los de antes que sigue ejerciendo de tal en la actualidad, el cual nos prestó su cabaña que acababa de abandonar con su ganado ante la llegada del mal tiempo.
Y huimos los dos, Lucía y yo, del mundo. Allí conocimos el frío que hiela las carnes. Cada mañana el amanecer nos hipnotizó los ojos. Saboreamos el paso de las nubes. Descubrimos las voces que importan. Apreciamos la tierra húmeda bajo los pies. Sentimos el dolor cuando el viento helado chocaba contra nuestros rostros. Jugamos con las primeras nieves. Bebimos de los arroyos. Gritamos con todas nuestras fuerzas en la soledad del valle. Valoramos de nuevo el peso de las palabras. Nos sorprendió el silencio bullicioso de la naturaleza. Nos perdimos en la niebla. Nos bañamos en el rocío de la hierba. Inventamos un nuevo reloj de las horas.
Lucía se puso mejor. Incluso pienso que comenzó a añorar las noches en el bar. Regresamos hoy.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Para hablar hay que utilizar palabras. Y las palabras envuelven un significado. Para captar ese significado hay que pensar. Por eso hay personas que no saben dialogar, porque, en realidad, son incapaces de pensar. Y sólo les queda la violencia.
Desde cualquier lugar de la Tierra.
-No me habías enseñado esta postal de Madrid.
A veces, Laura, cuando se siente triste me hace quedarme en una esquina de la barra hasta que cierra el bar y, entonces, se autoinvita a pasar la noche en mi casa. Por supuesto, yo duermo en el sofá. Pero, antes de retirarse a mi habitación, ella se entretiene curioseando y desordenando todas mis cosas.
-No hay nada escrito por detrás.
-¿No te parece suficiente con la imagen?
-Yo creo que sí.
Cuando Laura está triste apenas responde con monosílabos.
-¿Y te la envían desde Madrid? -parecía que su curiosidad podía más que su tristeza.
-Por el matasellos, es evidente.

-Pero, ¿hay Ku Klux Klan en España?
-La verdad es que no lo sé. Pero, de lo que sí estoy seguro es que hay gente que coquetea de forma más o menos descarada con la ideología de este movimiento. ¿No te has enterado de la conferencia de Madrid?
-¿De que conferencia me hablas? -parece que Laura se abrumó con la radio y se reconvirtió en una teleadicta. Me pregunto si su tristeza no vendría provocada por este nuevo cambio de chaqueta.
-Un grupo de extrema derecha junto con una editorial han invitado a un antiguo miembro del Ku Klux Klan y ex congresista republicano para que dicte un conferencia en Madrid.
-¿Dicte? Cada día estás más pedante.Así no hay manera ni de que algún día te regalen el Pulitzers.
-Lo que tú digas, Laura. Pero pensé que eras un poco más inteligente para eso de captar la ironía. Dictar, dictador, dictadura.. ¿Entiendes?
-Claro que entiendo. Y también sé muchas cosas. Y te voy a decir una: que, además de pedante, eres un relamido gilipollas.
Sin duda alguna, Laura estaba abandonando su depresión y volvía a ser ella misma. Sus últimas palabras eran una buena señal de su estado anímico.

¿La imagen de la postal? Tenebrosa, lacerante, sórdida e impactante: una cruz de madera ardiendo en la oscuridad y rodeada de un grupo de fantasmas disfrazados con sábanas blancas.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

No me parece de recibo que la política internacional de una nación dependa del carácter y humor de los gobernantes.
Un "¿Por qué no te callas", dicho en una cumbre de presidentes de gobierno y jefes de estado, no me parece una razón de peso para alterar el rumbo de unas relaciones internacionales.
Otro asunto bien distinto es que las palabras gruesas o delgadas sean el reflejo de problemas latentes. Eso ya es otro cantar. Pero, entonces, lo que está claro es que nuestro interés y atención debe enfocar el problema de fondo y no ahogarse en la superficie. Y mi preguna es la siguiente: ¿nos ayudan los medios de comunicación en ese esfuerzo por profundizar, por conocer el fondo de la política, por desentrañar los problemas, por desgranar lo que se hace de lo que se dice, por desenmarañar los intereses legítimos y nacionales mezclados con los personales o grupales? ¿Cumplen verdaderamente esta función los medios de comunicación? ¿O simplemente ofrecen en sus medios una y otra vez lo más anecdótico e intrascendente para regodeo morboso del consumidor? ¿O será que tanto los gobernantes como los medios de comunicación consideran que los ciudadanos de a pie no poseen la capacidad para entender lo que ellos mismos quieren y votan?
Le escribo desde Caracas. Soy un español emigrante, casado con una venezolana que, a su vez, tiene una hermana, un hermano y dos primas inmigrantes en mi país.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Mire, usted, yo creo que hay cosas que, ¿cómo decirlo con claridad?, pues que van, digásmoslo así, contra las reglas de la física más elemental. Que un hijo adolescente maltrate a su madre, o que unos padres acaben con la vida de su bebé a golpes limpios, o que un cura sea pederasta, o que un empresario utilice su guardería como un negocio de pornografía infantil en Internet, o que el objetivo de una ONG sea el lucro de su fundador son acciones posibles y, tristemente, más habituales de lo que el mínimo sentido común nos aconsejaría, pero... Yo creo que lo peor de estos comportamientos es la pérdida de confianza en el ser humano, la incertidumbre y la inseguridad. Pero lo que me parece imperdonable es que estos actos sirvan como fuente de argumentos para las personas que defienden un férreo egoísmo individualista y rechazan como la mayor de las estupideces los actos de solidaridad entre los seres humanos. Después de lo dicho, sólo me queda desear una buena aplicación de la justicia para lo sucedido en el Chad en relación a la aventura de El Arca de Zoé. Que se haga justicia sin mercadeos, sin mezquinos intereses políticos o diplomáticos. Me temo que estoy pidiendo demasiado.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Mamá, estoy bien. Imagino que has visto por la televisión el desastre ocurrido en el mar. Más de cincuenta muertos. Pero no te preocupes. No fue mi barca. Yo estoy bien y a salvo. Nosotros logramos llegar a tierra de España y sin que nos apresaran. Ahora comenzaré una nueva vida. Espero trabajar muy pronto y mandaros el primer dinero. Conozco muy bien los sacrificios que has hecho para poder pagarme el viaje.
Yo los vi, mamá. En nuestra décima noche en el mar avistamos otra barca que había partido hacia el mismo destino. Había más de cien personas. Estaban a merced de las olas, el motor se les había roto. Eran muertos vivientes, mamá. Ni nos miraron, no pidieron ayuda, sabían que era imposible, y esperaban con resignación su suerte. Pasamos a su lado. Eran muertos, mamá, muertos con los ojos abiertos y silenciosos. Los dejamos atrás.
Pero no llores, mamá. Yo estoy bien. Mañana me dirigiré al norte para encontrar a tu hermano. Inmediatamente me pondré a trabajar. Os mandaré dinero.
Diles a mis hermanas y a mi padre que los llevo en el corazón. Un abrazo, mamá. Te querré siempre.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Hace siete meses me arrojaron la noticia de que un cáncer terminal me estaba corroyendo por dentro y sin haberme enterado. Es una enfermedad traidora. Como máximo me dieron un año de vida. De regalo llevo encima seis meses y seis días.
No acepté ningún tratamiento. Después de reponerme como y lo que pude y después de luchar con la incertidumbre, que es lo que más duele porque es muy difícil darse por derrotado sin plantar cara, me embarqué en un viaje que, al principio, iba a ser alrededor del mundo. Había decidido que la muerte, al menos, no me iba a encontrar sentado a la puerta de mi casa; se lo pondría un poco más difícil. He aterrizado en tres continentes y visitado diecisiete países. En mi camino hacia la meta anunciada llegué al mar Cantábrico. Y aquí llevo varado siete días, en los que no me he separado de su orilla.
Como abducido, no ceso de contemplar sus aguas. Es un mar impulsivo, incierto, sobrecogedor. Cuando amanece, su movimiento arrebatador y su frialdad me renuevan las ganas de vivir que aún no he perdido del todo. Al anochecer, cuando el sol se escapa escondiéndose tras las nubes turbias y amenazadoras, y me envuelven el vaivén de sus olas y el bramido que exclaman al chocar contra el acantilado, la mirada misteriosa del horizonte me provoca un cansancio y un sueño irresistible.
Ya sólo deseo tener el valor de arrojarme a sus aguas cuando el dolor se me haga insoportable.

-Mira tú. A mí no me parece triste esta postal... -mi amiga Laura la del bar, cuando quiere, sabe escudriñar el alma de las gentes.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Hay un viaje que llevo planeando hace veinticinco años. Es el lugar donde comencé mi afición por las postales. He vuelto a recordar cada calle, cada bulevar, sus plazas y sus parques, sus jardines, sus anticuarios y sus mercadillos, sus restaurantes a la luz de las velas. Me he aprendido de memoria una guía actualizada de la ciudad. Pero nunca me he decidido a volver. Tengo miedo al desengaño. Todo el mundo me dice que la ciudad de mis sueños ha cambiado mucho con el paso de los años y de su historia.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Postal de Halong Bay, Vietnam. Desconfío de los destinos turísticos de moda porque condicionan la elección y porque, para amoldarse a los turistas que reciben (hablaríamos de turistas no de viajeros), los nativos distorsionan su realidad y acaban por ofrecer un retrato superficial y ridículo de sí mismos. No es éste el caso de la remitente de esta postal de Vietnam. A pesar de que vivimos en la misma ciudad, pasa el año y puede que no nos veamos, pero cada septiembre u octubre recibo noticias suyas desde cualquier insospechado lugar del planeta. De ella admiro y envidio sus viajes y aventuras, y disfruto con las postales que me envía. Sus comentarios taladran el alma de las personas con las que habla y la de los paisajes que ve.

jueves, 1 de noviembre de 2007

De mi amiga, que se ha muerto hace unos meses, aún no he recibido una postal desde el otro mundo.

Unas flores para ella de este otoño.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Yo te escribo desde Líbano, mejor ni especificar desde qué lugar concreto.
He leído la postal que recientemente te envió una mujer, imagino yo, desde Londres. Y, aunque sea redundar en el mismo tema de la literatura, yo también me alegro por la concesión del Premio de las Letras 2007 de la Fundación Príncipe de Asturia al escritor israelí Amos Oz.
Y quiero dejar anotada en esta postal una de sus ideas: habrá muchos caminos pero no será el de las armas aquel que acabe con el conflicto palestino-israelí.
Y, además, afirmar la necesidad de la literatura como aquel espacio en el que todos podamos aunque sólo sea imaginar un mundo distinto y mejor me ha parecido fantástico pero a la vez verosímil e, incluso, mágico. Ojalá que también sea una premonición.
- Hay que joderse. Qué poder aún tienen los curas.
-¿Por qué lo dices, Laura?
-¿No has leído la última postal que te llegó?

Aquí va una postal desde Valencia, y no exenta de vergüenza.
Como sabrás hay en esta ciudad, también imagino yo que en el resto de España, un grupo de gente que ha decidido apostatar de la iglesia católica por considerar que en su bautismo no hubo ninguna voluntad propia sino, en el mejor de los casos, o devoción de los padres o simple convencionalismo social de la época. Yo también quiero apostatar. A mis cincuenta y cinco años, en nuestra sociedad libre y democrática, después de haber tenido tres hijos a los que mi mujer y yo no hemos bautizado para dejarles la libertad a ellos mismos, y tras haber tomado mi propia elección en relación a la cuestión religiosa, me parece algo de lo más consecuente, moral, y normal que me borre del registro eclesiástico al que ya no pertenezco.
Pero la verdad es que aún no me he decidido. Me da vergüenza y miedo. No me preguntes a qué. Pero me da miedo. Esta sensación mía sí que no me parece normal y, sin embargo, así es.
De todas formas no es extraño en mí. Hasta hace bien poco me daba un corte de muerte ir a comprar condones. Más de una vez me sorprendí a mí mismo merodeando alrededor de una farmacia a la espera de que el mancebo se quedara sin clientes para entrar yo como un rayo y de incógnito a por una caja de preservativos.
Aunque sé de sobra que esto no es ningún consultorio sentimental, no quiero desperdiciar la ocasión sin dejarte una pregunta en el aire: ¿Esto sólo me pasa a mí? ¿O crees tú que es algo propio de la gente de mi generación y más habitual de lo que generalmente se confiesa? Muchas veces me da por pensar que se trata simplemente de una cobardía mía.

domingo, 28 de octubre de 2007

Desde fuera de casa se ven las cosas desde otras perspectivas, y en este caso me parece pertinente el plural. Esta es otra de las ventajas de los viajes.
Que este año le hayan concedido el nobel de literatura a Doris Lessing me ha alegrado mucho y por partida doble: primero, porque al estar viviendo en Londres me ha parecido como si se lo hubieran dado a una de las mías, aunque sea de otra nacionalidad, si es que se puede afirmar que los libros tienen patria; y, segundo, por ser una escritora que ya me dejó huella en los 80. Por casualidad, me he enterado de que en España ya no se encuentra en las librerías su "Cuaderno dorado"; yo sí que conservo como un pequeño tesoro una primera edición de la versión en español de mayo de 1979 de la Biblioteca Universal Caralt, así que con la lotería del nobel también a mí me ha tocado una pedrea.
Recuerdo que en el 2001 me había dado por releer obstinadamente, on la sensación de que alguien expresaba mucho mejor lo que yo misma llevaba rumiando como una verdad el discurso que pronunció en Oviedo cuando le concedieron el Premio de las Letras.

Érase una vez un tiempo -y parece muy lejano ya- en el que existía una figura respetada, la persona culta.
Este tipo de educación, la educación humanista, está desapareciendo. Cada vez más los gobiernos -entre ellos el británico- animan a los ciudadanos a adquirir conocimientos profesionales, mientras no se considera útil para la sociedad moderna la educación entendida como el desarrollo integral de la persona.

Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia -la informática, el derecho, la economía, la política- pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia, y quizá se le oiga preguntar: "Pero, entonces, ¿qué fue el Renacimiento?" o "¿Qué fue la Revolución Francesa?"

Hasta hace cincuenta años a alguien así se le habría considerado un bárbaro. Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible.

Su defensa, más que de las humanidades, del espíritu humanista me pareció un acertado golpe de atención.

P.D.: Para tu información, durante estos días ya se instaló en Londres el otoño, lluvioso y gris, con ese toque desapacible que te hace apreciar más el interior de una pub o el calor de tu casa.

miércoles, 24 de octubre de 2007

He cruzado el charco. Brasil es todo un mundo. Lo poco que conozco de aquí ya me ha sorprendido: es un país de contrastes, cuya raíz se tambalea sobre una injusticia, aunque velada, no por ello menos sangrante.
Aquí he encontrado mi oportunidad. En principio, las perspectivas para un profesor de español son muy halagüeñas. Si las leyes actuales no se pierden por el camino con los vaivenes políticos, nada imposible por estos lares, me dedicaré a la enseñanza del español como lengua para extranjeros. Pero no sólo temo a los políticos de aquí, también los míos me producen no menos inquietud. Sólo espero que la enseñanza y difusión del español en el mundo no se quede sólo en fogonazos sonoros pero huecos, en fachadas para que medren los fantoches, en un continuo desagüe de dinero público en comadreos, inauguraciones y solemnes recepciones.
No es cuestión de aparentar ni tergiversar cifras ni estadísticas. La situación del español en el mundo es la que es. No conviene olvidar que los nuevos alumnos y, más aun, los amantes del español deben ser ganados uno a uno, día a día.
Debemos apreciar y estar orgullosos de nuestra lengua. Pero conviene no ser fatuos. La humildad, lo primero; después, la planificación, la ilusión y el trabajo. Todo lo demás sobra, salvo en las fiestas de guardar.
Un abrazo desde Brasil para el hombre de las postales.

domingo, 21 de octubre de 2007

De Bolivia, el Che y otros dogmatismos...
He viajado mucho, más en sueños, y a veces me ha dado por considerar esta manía de moverme de un sitio para otro como un símbolo de mi relativismo.
Efectivamente, acostumbrado a conocer tierras distintas, gentes de todos los colores, amaneceres de todas las latitudes y las más increíbles formas de adaptarse al medio y de sobrevivir, acabo por relativizarlo casi todo.
No obstante, nunca he logrado ser complaciente ni aun comprensivo con los dogmatismos. A las personas compartimentos estancos siempre las he visto como unos buscavidas de pacotilla, unos verdaderos camaleones que son capaces de instalarse en determinadas etiquetas con mayor rapidez que aquella con la que funcionan sus mentes. Y, sobre todo, les compadezco, son unos seres con auténtico miedo a la libertad.
Por eso, me parecen mezquinas y zafias las valoraciones del Che como un caudillo realizadas por aquellos a los que nunca les faltó no digo ya un pedazo de pan que echarse a la boca sino los medios necesarios para poder lucirse como espantapájaros de la progresía cuando a ésta le tocaba la vez, y las realizadas por aquellos que en otros tiempos lo elevaban a los altares con una flor taponándoles el culo o brindaban con el champán de sus papás los sangrientos disparos de otros que, equivocados o no, pagaron sus acciones con su vida.
Además, es inútil hablar del pasado con un dogmático: lo mataríamos de vértigo y, también, de vergüenza, si es que antes no se la ha comido un burro.

sábado, 20 de octubre de 2007

He estado mirando y remirando esta postal, más bien una fotografía con una anotación por detrás, del espectáculo espezlunante causado por el atentado en Karachi, Pakistán, el día 18 de octubre de 2007.
Lo primero que me llama la atención es el azaroso contraste: ciento treinta muertos y una sobreviviente, Benazir Bhutto. Después, se me nubla la vista, hasta que acabo viendo la realidad de Pakistán, igual que me sucede con otros países, como un puzle de infinitas piezas que no encanjan unas con otras y que, con el roce y la presión, estallan en un macabro juego de fuegos artificiales.
Las últimas bombas son un buen ejemplo de ello, mejor dicho, un triste y mal ejemplo.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Una amiga quedó en enviarme una postal desde Etiopía. Marcha pasado mañana para recoger a un niño de cuatro años al cual va adoptar.
El otro día la vi en el centro, estaba nerviosa y acelerada como una primeriza, aunque no es éste el caso. Andaba comprando pijamas para su nuevo niño. La embargaba la ilusión y, a la vez, la incertidumbre la zarandeaba.

Mis deseos más felices para esta amiga, y mi enhorabuena porque, entre todas las razones que pueden impulsar a unas personas a adoptar a un niño, entre todas, estoy seguro, nada a contracorriente una valiente fuerza de solidaridad.

¡Y ojalá no se olvide de mi postal!

martes, 16 de octubre de 2007

-A mí me llama la atención China.
- ¿Por qué? -interrogué a mi amiga Laura la del bar.
-De los países comunistas o pseudocomunistas que quedan, China es el único que es respetado por el resto del mundo.
-Y te huele a chamusquina.
-Algo parecido. ¿Cuál el ataque feroz que todos hacen al resto de países comunistas?
-Que sean totalitarios, sin libertad, y en los que no se respetan los derechos humanos.
- Eso es -continuó su discurso mi amiga Laura-. El caso es que China es un estado en el que sólo hay y sólo gobierna un solo partido, el Partido Comunista Chino, no hay libertad de expresión ni de reunión ni de pesamiento político. Y, para hablar de derechos humanos, ¿hablamos de la penas de muerte y sus ejecuciones? Pero, claro, China es un goloso pastel económico y puede que de más sabores. Ahí es donde yo creo que reside su fuerza y su capaciad de atracción.

Ante la parrafada de Laura, me quedé callado y pensativo. Y me dio por desear, que las palabras de Hu Jintao, en el XVII Congreso del Partido Comunista Chino, a favor de un desarrollo económico y científico pero no a cualquier precio, sino teniendo en cuenta sus consecuencias sociales, medioambietales y culturales, a favor de una sociedad china en armonía tratando de corregir los injustos desequilibrios regionales y sociales, llegue a buen puerto.

-Lo que yo de verdad quiero es un país comunista verdaderamente democrático -esta noche no había quien parara a Laura.

En la radio, porque en el bar de Laura ya no hay televisión, Hu Jintao no se perdía en su discurso: "...una sociedad socialista, democrática, basada en el gobierno de la ley, justa, creíble, llena de vitalidad, segura y...".

Sin ton ni son, Laura me preguntó:

-¿Abrimos o no abrimos las ventanas?

domingo, 14 de octubre de 2007

Se ha levantado la estatua "Imagine Peace Tower" en una pequeña isla en la bahía de Reikiavik, en Islandia.














Imagina que no existe el Cielo
es fácil si lo intentas
sin el Infierno debajo nuestro
arriba nuestro, solo el cielo
Imagina a toda la gente
viviendo el hoy...

John Lennon sigue vivo. Resucitó el 8 de diciembre de 1980.

Imagina que no hay países
no es difícil de hacer
nadie por quien matar o morir
ni tampoco religión
imagina a toda la gente
viviendo la vida en paz...

No me interesa el hombre John Lennon , me interesa su obra, su símbolo, sus sueños y el deseo del mundo en paz que nos inculcó. En el silencio de Islandia, "Imagine" suena con mayor transparencia.

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único
espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo vivirá como uno

Las utopías quizás no sirvan para construir un mundo mejor, pero estoy seguro de que ayudan a sobrevivir en el mundo que heredamos, este mundo en el que vivimos.

Imagina que no hay posesiones
quisiera saber si puedes
sin necesidad de gula o hambre
una hermandad de hombres
imagínate a toda la gente
compartiendo el mundo

Los sueños es lo único que nos queda a mucha gente.

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único
espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo vivirá como uno

Nunca debió ser un pecado ser un soñador.

Alguna vez en mi vida he de viajar a Reikiavik.

YouTube - Imagine

viernes, 12 de octubre de 2007

He soñado con Ameland, una de las islas Frisias, de Holanda. La culpa la tuvo una postal que recibí ayer. Contemplándola, me quedé como extasiado.
Soñé que recorría en bicicleta una carretera, en silencio, hacia el mar. El viento me aireaba y la lluvia me espabilaba el ánimo. Avanzaba solo y, sin embargo, me sentía acompañado por toda la naturaleza que me rodeaba, una tierra llana, con hierbas de corta altura que se bamboleaban a su capricho, y un cielo inmenso, claroscuro, con un horizonte infinito.
Luchaba por avanzar, por alcanzar el mar y, pese a todo el esfuerzo que hacía, me sentía tranquilo, nada agarrotado, ágil. Y llegué a ver el mar, estaba ahí, enfrente de mí, al alcance de la mano; pero, por más fuerza y empeño que ponía en el pedaleo, no lograba alcanzarlo, devoraba metros y kilómetros, y el mar se hallaba ahí mismo, pero nunca se dejaba apresar, era imposible. Y, sin embargo, yo me sentía bien, continuaba pedaleando, sin miedo, sin angustia, estaba a gusto conmigo mismo y con el mundo que me rodeaba. La felicidad sólo consistía en intentarlo, no era necesario tocar el mar. Y aquel silencio... Y, a la vez, aquel fragor del viento y del agua...

miércoles, 10 de octubre de 2007

Ya no puedo callar la mentira por más tiempo. Sí he recibido postales de Birmania pero no he querido hacerles caso.
Por alguna razón, mi instinto, puede que equivocado y transtornado por los prejuicios, me aconseja no fijarme en los nombres propios de los que me hablan las postales que me han llegado. He querido pasar de las organizaciones de la oposición, de los organismos internacionales, de la premio nobel, de los abades de los monasterios budistas.
Y he querido vislumbrar en los recientes acontecimientos de Birmania una rebelión de voces anónimas, una protesta del pueblo para reclamar justicia. Esta es la película que me interesa de Birmania, un país rico de recursos y con un pueblo que se pone a andar.
Me daría mucha rabia que el último despertar de este pueblo volviera a ser traicionado, como ha sido lo habitual en muchísimas ocasiones en esas tierras y en otras por una política personalista y egoísta, por el poder amoral de los ricos o el despiadado juego de los intereses internacionales.
Por cierto, y ahora no miento, de las gentes sin nombre que gritan por las calles de Birmania, de esas no he recibido ninguna postal. Supongo que, si no encuentran en sus bolsillos una moneda para pagarse el billete del autobús para ir al trabajo, imposible será que puedan permitirse el comprar un sello de correos.
- Al menos por esta vez, estoy de acuerdo contigo -me dijo, casi susurrando, mi amiga Laura la del bar.

miércoles, 3 de octubre de 2007

En el buzón no había ninguna postal de Birmania; pero, sí había una de Benidorm. Su remitente es un joven de dieciocho años que se pasó trabajando todo el verano de ayudante de un fontanero. Entre julio y agosto se ganó mil euros. De ellos no le queda nada: entre los fines de semana y un viaje relámpago de fiesta se esfumó cada moneda.
Como ves, estoy en Benidorm: es mi premio a dos meses de curro duro. No me preguntes si esto es guapo o feo, porque la verdad es que aún no lo conozco, aunque no debe de estar mal. La noche en las discotecas es muy larga y las horas del día hay que aprovecharlas para dormir y reponerse para la noche siguiente.
-Y aún no has escrito nada de Birmania -mi amiga Laura la del bar no deja descansar la puntilla.
-Ya te dije que aún no me habían enviado desde allí ninguna postal.
-Oye, ese chico se lo tuvo que pasar de puta madre. Aquí, en este país, se trabaja duro, pero también te lo puedes pasar en grande -a Pepe, el del kiosko, parecía darle envidia la parranda de Benidorm.
-También en Birmania se trabaja duro y, sin embargo, a la gente no le llega el dinero para pagarse el autobús.
-Tú, Laura, siempre refunfuñando -Pepe no quería abandonar su sueño.
-Pero, ¿qué vas a esperar de unos gobernantes que cambian la numeración de todos los billetes del país para que no aparezca el cero, porque consideran que es un número de mala suerte? -Laura remató la faena.
LLegué al bar de Laura a las diez de la noche. Se había cabreado con la televisión porque no había encontrado en todos los canales un solo programa que le gustara y acababa de estampar contra la pantalla una botella de cerveza que previamente se había bebido. Y se había pasado a la radio. Estaba ensimismada escuchando las noticias de los últimos desastres ocurridos en el mundo.
Sin hacerme ni caso, me espetó con rabia sin contener:
-¿A qué esperas para hablar de Birmania? ¿A que sigan cayendo más civiles y monjes vestidos de azafrán?
-Aún no he recibido ninguna postal de allí.
-Por lo que veo, tampoco los Reyes Magos le han escrito a la O.N.U., porque, la pobrecita, va lenta y preocupándose no sé muy bien de qué. Y, mientras tanto, un país rico es la cuna de hombres pobres.
Laura puede conmigo siempre que quiere.
Y, cuando se decidió a preguntarme qué quería beber, ya tenía un nudo de agonía que me cortaba el estómago. Así que, sin mojar la garganta, me marché del bar con ganas de abrir el buzón de mi casa y ver si, por fin, alguien me había enviado noticias de Birmania.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Durante estos últimos días del mes de septiembre he recibido decenas de postales de distintas ciudades universitarias. Sus remitentes son jóvenes que, lejos de casa, comiezan o perfeccionan (me refiero a los veteranos) una nueva etapa de su vida, tan importante como todas las demás, sin duda alguna, pero con unas características concretas que la hacen muy peculiar. Son jóvenes pero, a la vez, adultos. Aún tienen la libertad de aquellos que saben que hagan lo que hagan, cumpliendo unos mínimos más o menos grandes, siempre les salvará la red de sus padres, es decir, que son adultos pero que aún no han adquirido la responsabildad de ser totalmente responsables; y, por otra parte, casi poseen, salvo algunas limitaciones de dinero, todas las posibilidades del mundo para hacer lo que quieran. No creo que sea una etapa idílica, yo más bien pienso que no existe ninguna de tal índole, pero sí que es un momento muy especial de la vida.
Sólo deseo que, además de cumplir con los mínimos de prepararse lo mejor posible en sus carreras (hablo de mínimos no con respecto al tamaño, sino refiriéndome a ellos como impescindibles) se diviertan todo lo posible, conozcan a multitud de compañeras y compañeros de todas las edades y colores, que sueñen sus mundos fantásticos y se peleen por construir utópicos castillos de ideas, que viajen por los caminos que salgan a su encuentro, que hablen y discutan hasta el amanecer, que amen hasta desfallecer (muy importante me parece a mí esto) y que también vayan aceptando las heridas del desamor, que aprendan a caer y a levantarse, a cicatrizar los sinsabores de la vida, que abran bien los ojos, que escuchen, que sean inquietos y sientan curiosidad por todo lo que bulla a su alrededor, que sean libres, que sean ellos mismos, que repeten a los demás y también a sí mismos.
El horizonte es de estos jóvenes; es más, estos jóvenes son el horizonte.
Que el futuro les sonría porque, entonces, también nos sonreirá a todos los demás.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Bochum,ciudad alemana de la cuenca del Ruhr, no es bonita, pero eso qué importa.
Su historia va por otros derroteros.
“El sudor está pasado de moda; lo moderno es el intelecto”, éste es su último eslogan.
Bochum avanza y sus ciudadanos están orgullosos de su huida hacia adelante. En Bochum se fundó la primera universidad alemana después de la guerra.
Bochum mira hacia el futuro. Más de la mitad de su espacio (¿o de su historia?) está enterrado bajo un manto de bosques, zonas verdes y parques multicolores.
De su cebolla sólo conservan la penúltima capa: los torreones de extracción de las minas, los altos hornos y las fundiciones de acero. De más allá no hay casi nada.
Si les preguntas por la II Guerra Mundial, obtienes como respuesta una caída de ojos en el vacío y un cambio nada disimulado de conversación.
Para enterarte de los barridos de la aviación aliada con sus bombardeos destructivos de las ciudades alemanas durante la II Guerra Mundial no hay otra forma sino leer las páginas de W. G. Sebald.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Esto no es una postal; es una simple noticia de periódico.

CASTELLÓN, 19 (EUROPA PRESS) - La esposa y los dos hijos del ciudadano rumano que falleció hoy en el Hospital La Fe de Valencia como consecuencia de las heridas que se provocó tras quemarse a lo bonzo el pasado 4 de septiembre cerca de la Subdelegación del Gobierno en Castellón regresaron a principios de esta semana a su país, según informaron a Europa Press fuentes de la Conselleria de Bienestar Social.

La mujer, que era consciente de la gravedad de su marido y de que podría fallecer durante su ausencia y que manifestó su intención de regresar, decidió volver a Rumanía alegando que deseaba que sus hijos estuviesen allí, según las mismas fuentes.

La Conselleria de Inmigración está realizando los trámites oportunos para comunicar el fallecimiento del hombre a su familia y, en función de lo que ésta decida, se actuará. Así, si la esposa quiere que el cadáver sea repatriado, serán el Consulado de Rumanía o la Delegación del Gobierno los encargados de los trámites, añadieron las citadas fuentes.

El hombre, que presentaba el 70 por ciento de la superficie corporal quemada, se prendió fuego para reclamar ayudas económicas a las instituciones para poder regresar con su familia a Rumania.

Los cuatro miembros de esta familia llevaban varios meses en Castellón, donde llegaron con la promesa de un trabajo y una vivienda que resultó ser una estafa, según explicó a los medios de comunicación la hija de la víctima, Isabelle.



-Hostia, ni aún ahora saben el nombre de ese rumano -comenzó chillando Laura la del bar.
-O no quieren saberlo, o no tienen la necesidad de ello.
-Bueno. Al fin y al cabo es un rumano.
-¿A qué viene eso, Lucía?
-Déjame de remilgos. Y de complejos estúpidos. Centrémonos: ¿no es verdad que la noticia se entiende perfectamente con el simple dato de que el protagonista es un rumano que ha venido a trabajar a España con un contrato-estafa?
-Perfectamente.
-Pues, eso -remató Lucía.
-Y el segundo párrafo de la noticia, ¿no te da mala espina?
-Eso, eso. La mujer coge el dinero y se va corriendo. Y el marido en el hospital... -quien habló ahora fue Pepe, el dueño del quiosco que está al lado del bar de Lucía.
-A eso precisamente me refería yo -salté como un cohete.
-En ese tema yo estoy con el periodista -me respondió Lucía-. Él suelta la información y que cada uno se recomponga la historia.
-Pero es que el modo de contar o no contar la historia va a determinar la imaginación de los lectores -insistí yo.
-Es verdad, y verdad de la buena -Pepe me daba la razón.
Pero Lucía juega con ideas claras:
-¿Por qué no os dejáis de pamplinas y que cada uno piense e imagine lo que quiera?
-Y, sin embargo, a ti no te pareció bien que ni en la segunda noticia apareciera el nombre del rumano -como no manejaba más argumentos que una intuición, simplemente traté de jorobar.
-Al carajo con el dichoso rumano -sentenció Lucía.

Y, ahora, más tranquilo y cómodo en mi casa, pienso yo: ¿merece la pena discutir o romperse los sesos porque un rumano decida autoinmolarse para conseguir cuatrocientos euros y así poder regresar a su país? Mañana lo pienso.
-¿Quién es esa mujer que últimamente no para de escribirte postales desde Praga? -me preguntó Laura, mi amiga la del bar.
-Fue mi guía durante mi último viaje.
-¿Y qué coño te cuenta en esta última postal?
-Léela tú misma.

No creas que me gusta mucho Kafka. Y, aunque te parezca increíble, no es un escritor muy leído por aquí. Ya somos los praguenses bastante tristes como para amargarnos un poco más con los libros de nuestro respetado y nada hilarante Franz Kafka.

-¿Hilarante? Joder con estos extranjeros. Cómo hablan. ¡Y en español!

jueves, 13 de septiembre de 2007

Hay muchos estudiantes universitarios de mi ciudad que eligen Punta Cana como destino de su viaje de fin de carrera.
Sin duda, es un paraíso para ahogar en las cristalinas aguas del Caribe las frescas energías de la juventud y, así, imitar antes de tiempo la flaqueza de fuerzas de los mayores. También es un lugar estupendo para tostar, literalmente, la barriga al sol y tiznar a lo fashion la cáscara del cerebro. Además, se puede beber lo que se quiera dependiendo del nivel que cada uno se haya permitido pagar. Y lo mejor de todo, no hay necesidad de romperse la cabeza para conocer gentes y lugares nuevos. Cuando uno llega allí, lo primero que aconsejan es no salir del gueto de lujo que está perfectamente amurallado del resto del territorio. Por último, ¿para qué mezclarse con la gente famélica y harapienta del país si dentro de la urbanización se va a encontrar, aunque a miles de kilómetros, a los mismos compañeros de universidad a los que se ve cada sábado en la ciudad propia?

domingo, 9 de septiembre de 2007

Taramundi es un pueblo que se ha reinventado a sí mismo sin olvidar para nada su pasado.
O te lo digo de otra manera: somos el mismo perro pero con collar nuevo.
Desde Taramundi, Principado de Asturias.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Te escribo desde Finlandia, hombre de las postales, porque lo prometido es deuda y, además, porque quiero.
Ya ves, recién licenciado en Veterinaria, quise irme a EEUU para perfeccionar mi inglés, y aquí me ves.
Hay dos cosas en esta tierra que me están costando mucho: primera, creerme muy importante en mi trabajo (como todo el mundo de aquí parece considerar) en una granja de cerdos, entre el blanco de la nieve y el negro de la noche, a ochenta kilómetros del pueblo más cercano; y segunda, tomarme unos segundos para meditar antes de hablar (si no lo haces así das el cante y quedas como un irreflexivo maleducado y charlatán). Así es Finlandia.
Te mando un programa de una obra de teatro. No es una postal; pero, como si lo fuera. Es una representación por parte del grupo Margen de El viaje a ninguna parte, texto teatral de Arturo Castro basado en la novela del mismo título de Fernando Fernán Gómez.
La obra, estupenda; igual de estupendos, los actores. Por eso te mando el programa, hombre de las postales, y también para decirte lo que yo pienso: hablando de viajar, no me disgustaría hacer un viaje a ninguna parte porque, si se hace con convicción y dignidad, siempre -esto es lo que creo- merece la pena. De viajes así surge la historia verdadera, la historia de la incertidumbre y el futuro, la historia del día a día.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Noticia en el periódico. Postal insólita. Un hombre, rumano, de cuarenta y cuatro años, -sin nombre- (Lucía siempre es la más aguda, porque, efectivamente, el periodista no da el nombre), intenta suicidarse a lo bonzo tras serle denegado por la Subdelegación del Gobierno de Castellón un préstamo de cuatrocientos euros que había pedido para poder regresar a su país con su familia. El rumano había venido a España con una oferta de trabajo, que después resultó una estafa (-Qué majos, robar a los pobres.- Lucía es así.). La autoinmolación fue rodada y fotografiada en directo. Con todo lujo de detalles gráficos (¿Eso es lo único que nos interesa? ¿El morbo de ver a un hombre autoinmolarse delante de su mujer y de su hija?): comienzo del fuego; ante el prendimiento de la camiseta, ayuda de la Guardia Civil que le quita los pantalones ante la atónita mirada de su mujer y la vuelta de espalda de su hija de pocos años; el clímax del suceso, una fotografía del rumano sin nombre, con la piel colgando de su cuerpo hecha jirones, con los pies cruzados y los brazos arqueadamente caídos a imitación de un cristo descendiendo de la cruz, ¿o un animal cazado y herido de muerte?, con una mirada elevada (lo único que se alza de su cuerpo), penetrante, fija, determinada, clavada en... ¿en dónde?

jueves, 6 de septiembre de 2007

Los húngaros han actuado con celeridad frente al comunismo. Han vaciado Budapest de todo símbolo comunista. No queda en la ciudad un solo rastro de la hoz y el martillo, ni una calle rotulada con el nombre de algún dirigente de la URSS o de algún autóctono afecto al régimen soviético. Salvo la plaza de La Libertad, que se levanta en honor al Ejército Rojo que liberó Budapest de la invasión nazi, no queda visible nada, nada de nada, de su reciente historia.
Rechazar un pasado ignominioso debe resultar relativamente fácil cuando se trata de luchar contra un invasor venido más allá de las fronteras patrias. El problema, no obstante, es que ante una dominación extranjera se acaban mezclando los extraños con los oriundos del lugar y, se quiera o no, las ideas advenedizas se enquistan en la identidad nacional anquilosándose como un sustrato que, más o menos escondido, con mayor o menor visibilidad, producirá sus reacciones en el futuro de la nación.
Los húngaros han decidido destruir su historia reciente para reafirmar a su voluntad su patrimonio nacional. Pero, a pesar de lo fácil que pudiera parecer, saben de sobra que también plantea sus dificultades. Saben que no conviene aniquilar de raíz el pasado, sería como quemar la tierra bajo los pies.
Los húngaros conocen muy bien la función del desván en las casas. Allí se retira todo lo que ya no se utliza, lo que no queremos , lo que no nos gusta, y lo apartamos de la circulación. Nadie lo ve. Pero nosotros sabemos que está allí y que, cuando nos asalten los miedos, desempolvaremos y removeremos los trastos viejos del desván para conocernos mejor, para concienciarnos de que además de lo que queremos ser acaso fuimos lo que no nos gustaría reconocer.
Todos necesitamos un pasado, sobre todo, para criticarlo.
Por eso creo que los húgaros han sido sabios: han reunido toda la simbología comunista que los innundó durante cuarenta y cinco años en un parque monotemático, apartado y semioculto, lleno de polvo y telarañas. Pero ellos saben que ahí está y que allí pueden acudir cuando el vértigo del futuro los haga trastabillar y necesiten ordenar los viejos cachivaches del desván de su historia.
El nombre que los húngaros han puesto a este baúl de los recuerdos es otra prueba de su astucia y de su inteligencia: MEMENTO.

martes, 4 de septiembre de 2007

He hecho muchos viajes en mi vida, muchos de los cuales han sido soñados; otros, obligados, y algunos fueron libres y voluntarios.
Entre de los últimos, hubo uno que, indudablemente, me marcó porque aprendí muchas cosas que acabaron por convertirse en hábitos en mis viajes posteriores.

-Eso está claro. Desde entonces te quedaron muchas manías- me interpela mi amiga Lucía.

Tenía entonces dieciséis años y fue un viaje a Madrid. Mi compañero de aventuras fue mi amigo Cecil, que me llevaba diez o quince años (la verdad es que se murió sin que supiera con exactitud su edad; era tan presumido que desde muy joven se echaba años de más).

-¿Para qué resucitar a los muertos? Si no has hablado de él hasta ahora, es porque no lo necesitabas. Te odio cuando te pones nostálgico.

En aquel viaje conocí con sencillez, y por primera vez, la libertad escrita con palabras minúsculas. Y fue en aquella aventura cuando aprendí que lo mejor siempre estaba por llegar y que, por lo tanto, el máximo placer no residía en nada concreto sino que sólo consistía en abrir bien los ojos y caminar hacia adelante: querer vivir (ni más ni menos).

-Esto ya se está poniendo feo, ñoño y asquerosamente romántico.

-No seas borde, Lucía. Sabías de sobra que, después de cinco años desde su muerte, algún día rompería a hablar otra vez con él. ¿Y en qué mejor ocasión que hablando de viajes? Ya me estaba ahogando el silencio. Deseaba volver a conversar con Cecil.

-Vale, vale. No te cortes. Yo lo hacía por tu bien. Siempre pensé que donde mejor están los muertos es encerraditos en el desván.

Era un gran viajero. Aún conservo una caja entera de postales suyas. ¡La de viajes que me contó y otros tantos que disfrutamos juntos!

lunes, 3 de septiembre de 2007

La postal, como recordarás, es de la plaza Wenceslao, aunque ya sé que en tu reciente viaje no te sorprendió tanto como correspondería al significado que tiene para los praguenses.
Para nosotros, la plaza Wenceslao es como la cebolla que con sus capas han ido conformando a nuestro pueblo, regada en muchísimas ocasiones con aguas exranjeras y, también, por qué no decirlo, perniciosas para nuestra salud mental, como esas dos lluvias ácidas que últimamente nos han caído encima: primero, el comunismo de la URSS y, ahora, el capitalismo de las mafias rusas.Y, aun así, no nos hemos vuelto locos.