Desde Al Qatif, ciudad del Reino de Arabia Saudita.
Soy mujer y lloro por la injusticia que se ha cometido con la compañera que ha sido condenada por el Tribunal General de mi ciudad a tres meses de cárcel y cien latigazos después de haber sido violada por siete hombres. Su único delito fue haber estado en un automóvil con un hombre que no era miembro de su familia.
Soy una creyente y practicante del Islam, y soy mujer. No veo que sean dos realidades que se opongan ni contradigan.
Tampoco admito que los pueblos de Occidente se muestren, hipócritamente, como los defensores de la dignidad de la mujer musulmana. A menudo, la mano occidental que nos ofrece ayuda esconde una serpiente traidora y venenosa. Es nuestra lucha, no la de ellos. ¿Acaso se nos permitiría a nosotras, las mujeres árabes, protestar contra la prostitución tolerada o fomentada, en cualquier caso, pérfidamente disfrutada por los hombres occidentales?
Soy mujer y lloro por la injusticia que se ha cometido con la compañera que ha sido condenada por el Tribunal General de mi ciudad a tres meses de cárcel y cien latigazos después de haber sido violada por siete hombres. Su único delito fue haber estado en un automóvil con un hombre que no era miembro de su familia.
Soy una creyente y practicante del Islam, y soy mujer. No veo que sean dos realidades que se opongan ni contradigan.
Tampoco admito que los pueblos de Occidente se muestren, hipócritamente, como los defensores de la dignidad de la mujer musulmana. A menudo, la mano occidental que nos ofrece ayuda esconde una serpiente traidora y venenosa. Es nuestra lucha, no la de ellos. ¿Acaso se nos permitiría a nosotras, las mujeres árabes, protestar contra la prostitución tolerada o fomentada, en cualquier caso, pérfidamente disfrutada por los hombres occidentales?
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