De Bolivia, el Che y otros dogmatismos...
He viajado mucho, más en sueños, y a veces me ha dado por considerar esta manía de moverme de un sitio para otro como un símbolo de mi relativismo.
Efectivamente, acostumbrado a conocer tierras distintas, gentes de todos los colores, amaneceres de todas las latitudes y las más increíbles formas de adaptarse al medio y de sobrevivir, acabo por relativizarlo casi todo.
No obstante, nunca he logrado ser complaciente ni aun comprensivo con los dogmatismos. A las personas compartimentos estancos siempre las he visto como unos buscavidas de pacotilla, unos verdaderos camaleones que son capaces de instalarse en determinadas etiquetas con mayor rapidez que aquella con la que funcionan sus mentes. Y, sobre todo, les compadezco, son unos seres con auténtico miedo a la libertad.
Por eso, me parecen mezquinas y zafias las valoraciones del Che como un caudillo realizadas por aquellos a los que nunca les faltó no digo ya un pedazo de pan que echarse a la boca sino los medios necesarios para poder lucirse como espantapájaros de la progresía cuando a ésta le tocaba la vez, y las realizadas por aquellos que en otros tiempos lo elevaban a los altares con una flor taponándoles el culo o brindaban con el champán de sus papás los sangrientos disparos de otros que, equivocados o no, pagaron sus acciones con su vida.
Además, es inútil hablar del pasado con un dogmático: lo mataríamos de vértigo y, también, de vergüenza, si es que antes no se la ha comido un burro.
He viajado mucho, más en sueños, y a veces me ha dado por considerar esta manía de moverme de un sitio para otro como un símbolo de mi relativismo.
Efectivamente, acostumbrado a conocer tierras distintas, gentes de todos los colores, amaneceres de todas las latitudes y las más increíbles formas de adaptarse al medio y de sobrevivir, acabo por relativizarlo casi todo.
No obstante, nunca he logrado ser complaciente ni aun comprensivo con los dogmatismos. A las personas compartimentos estancos siempre las he visto como unos buscavidas de pacotilla, unos verdaderos camaleones que son capaces de instalarse en determinadas etiquetas con mayor rapidez que aquella con la que funcionan sus mentes. Y, sobre todo, les compadezco, son unos seres con auténtico miedo a la libertad.
Por eso, me parecen mezquinas y zafias las valoraciones del Che como un caudillo realizadas por aquellos a los que nunca les faltó no digo ya un pedazo de pan que echarse a la boca sino los medios necesarios para poder lucirse como espantapájaros de la progresía cuando a ésta le tocaba la vez, y las realizadas por aquellos que en otros tiempos lo elevaban a los altares con una flor taponándoles el culo o brindaban con el champán de sus papás los sangrientos disparos de otros que, equivocados o no, pagaron sus acciones con su vida.
Además, es inútil hablar del pasado con un dogmático: lo mataríamos de vértigo y, también, de vergüenza, si es que antes no se la ha comido un burro.
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