sábado, 9 de febrero de 2008

Anda, no te me pongas sentimental a estas alturas de la película.
Un día de éstos te escribo.
Por si aún no te has dado cuenta, soy Lucía.
Tiempo hace que no escribo nada yo mismo en las páginas de este cuaderno y tan sólo me voy alimentando de las postales que me envían mis amigos desde cualquier lugar del planeta. Desde que se fue Laura, he perdido el apetito por escribir. Ahora me doy cuenta de lo importante que eran mis noches en el bar de Laura. Allí discutía, allí se me criaban las ganas de desear, de luchar por las injusticias, de soñar. Lo peor de todo es que ya dudo de que Laura regrese alguna vez.
Y, a pesar de todo, hoy se me han encendido las tintas al leer en un periódico la visión directa que una cooperante de Médicos Sin Fronteras nos ofrece, a pie de las ametralladoras y los machetes, del pillaje y del bandidismo, de lo que está sucediendo en el Chad.
El caos y la barbarie serían un esperpento si no fueran una realidad: la guerrilla que cruza todo el país con trescientos vehículos en treinta y seis horas hasta llegar a la capital, N´djamena; el presidente Idriiss Deby que hace oídos sordos a una petición de gobierno de coalición; la presunta intervención en el conflicto de Sudán, ¿quizás para tapar sus vergüenzas descaradamente enseñadas en Darfur?; los intereses inconfesados de alguna potencia ¿excolonialista?, como Francia, que babearía ante los recursos de petróleo del Chad...
¡Qué pena que ya no esté Laura en el bar! Las penas, aun duras y difíciles de tragar, junto a ella y su mala uva, sus comentarios ácidos y penetrantes, huidizos o comprometidos, según anduviera de ánimo, se volvían más sufribles y hasta más fáciles de digerir.

jueves, 7 de febrero de 2008

¡Hola, hombre de las postales!

Te escribo para que sigas la colección.

No sé si has estado en Frankfurt. Si no es así, te gustaría.

Hace mucho frío y llueve un poco, pero es una ciudad gris y bohemia, con mucho encanto.

Y aprovecho para decirte que esto de las becas Erasmus es una chulada y una fuente de sabiduría. Y te hablo en serio. Sólo para que te hagas una idea. Yo estoy becada en Braga (ciudad del norte de Portugal, humedecida por los ríos Este y Cávado, orgullosa de su casco antiguo y con una cultura viva y palpitante a pie de calle); pero, lo más interesante es la cantidad de gente que conoces de otros países, de otras lenguas y de otras culturas, las amistades que haces, los intercambios. Y, así, te estoy escribiendo desde esta estupenda ciudad alemana.

Un beso grande.

sábado, 2 de febrero de 2008

No lo puedo creer. Es imposible que sea real. Incluso sería demasiado fuerte para el argumento de un cuento de horrores.

Desde luego que a estas alturas de la película no nos resulta nada extraño la noticia de un atentado en Bagdad ni tan siquiera a los que vivimos aquí, en medio de esta guerra. Ni tampoco percibimos como espectacular su fúnebre resultado: setenta y dos personas muertas y ciento cincuenta heridas. Ni prestamos atención a la zona en la que ocurrió, la chií; ni en qué lugar concreto, en el mercado de mascotas de Ghazil del centro de la ciudad o en un mercado de aves situado al sur. No, estos datos ya no cautivan nuestra atención. Más bien, resbalan sobre nuestros oídos.

Pero, la realidad puede ser aún increíblemente sorprendente. ¿De verdad es posible que se utilicen a mujeres con deficiencias mentales para cometer estos actos terroristas? ¿Quién fue capaz de despedirlas con un abrazo en su último viaje hacia la destrucción? ¿Quién es capaz de marcar los números de un móvil para hacer estallar los explosivos que estas mujeres, que no se encontraban en sus cabales, llevaban adosados a sus cuerpos?

Lo que tampoco puedo creer es que estas conjeturas sobre las terroristas fueran macabras invenciones de los responsables del ejército iraquí para denigrar aún más de lo que ya está la imagen de los grupos de la oposición violenta y mortífera.

Aunque, pensándolo bien, si la realidad de lo ocurrido dependiera de mi elección, me decidiría por la segunda opción. Parafraseando a Leibniz, sería la mejor de las posibles.

viernes, 1 de febrero de 2008

Decepcionado, me he marchado de Haro, donde junto con un centenar de colegas periodistas he seguido la vista sobre la demanda de veinte mil euros que Tomás Delgado Bartolomé había presentado para arreglar su coche. Lo que allí sucedió me pareció decepcionante. Así que, para alegrarme un poco, de camino a casa recalé en la Calle del Laurel de Logroño para chiquetear y refrescar la mente.Y aquí me encuentro, sentado en la esquina de una taberna, con medio vaso de un buen rioja sobre la mesa.

Considero que allí perdieron todos. Perdió el pobre de don Tomás, que se quedó sin sus veinte mil euros, después de haber mostrado coraje y osadía al reclamar a los padres del muchacho que murió atropellado por él un dinero no para pagarse un hospital donde se hubiera curado de las lesiones que nunca padeció ni para costearse un tratamiento psicológico por las secuelas psíquicas que el accidente le hubiera dejado sino para comprarse un flamante coche nuevo. Y, además, tiene que pagar las costas del juicio. Sí, la verdad es que me da pena este tal don Tomás.

Los padres del joven muerto, a pesar de que en Haro les aplaudieron como victoriosos, nada ganaron ese día, porque lo único que allí se produjo fue una retirada del contrario. Además, esta gente ya bastante bien sabe lo que es perder. En una aparentemente inocente noche del verano de 2004 perdieron a uno de los seres que más querían en la vida. Así las cosas, los padres de Enaitz Iriondo también perdieron en la vista de Haro. Y yo creo que ellos se hubieran merecido una victoria por todo lo alto.

Y el resto de la gente también perdió ese día, porque se quedó sin ver cómo actuaría la justicia en un caso como éste. Haber visto pelearse las neuronas del magistrado que se enfrentara a este caso sería como asistir a una batalla de gladiadores enfurecidos. A mí, personalmente, me hubiera gustado conocer la sentencia del juez en este caso. ¿Acaso volveríamos a comentar aquel latinismo, Summum ius summa iniuria?