Una amiga quedó en enviarme una postal desde Etiopía. Marcha pasado mañana para recoger a un niño de cuatro años al cual va adoptar.
El otro día la vi en el centro, estaba nerviosa y acelerada como una primeriza, aunque no es éste el caso. Andaba comprando pijamas para su nuevo niño. La embargaba la ilusión y, a la vez, la incertidumbre la zarandeaba.
Mis deseos más felices para esta amiga, y mi enhorabuena porque, entre todas las razones que pueden impulsar a unas personas a adoptar a un niño, entre todas, estoy seguro, nada a contracorriente una valiente fuerza de solidaridad.
¡Y ojalá no se olvide de mi postal!
El otro día la vi en el centro, estaba nerviosa y acelerada como una primeriza, aunque no es éste el caso. Andaba comprando pijamas para su nuevo niño. La embargaba la ilusión y, a la vez, la incertidumbre la zarandeaba.
Mis deseos más felices para esta amiga, y mi enhorabuena porque, entre todas las razones que pueden impulsar a unas personas a adoptar a un niño, entre todas, estoy seguro, nada a contracorriente una valiente fuerza de solidaridad.
¡Y ojalá no se olvide de mi postal!
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