viernes, 31 de agosto de 2007

Tengo un amigo que dice que cualquiera puede hacerse millonario. Sólo hay que pillar una idea. El truco consiste en eso: en estar siempre alerta, porque de cualquier gilipollez puede surgir la fuente de los millones. Como le sucedió al inventor de la fregona, sin ir más lejos.
Pues bien, yo creo que a mí ya me ha llegado la oportunidad. Ahora sólo tengo que ponerla en práctica. Y mañana seré millonario.
El caso fue que, viendo atetamente en la tele un programa del corazón, ante una respuesta del entrevistado sobre unos asuntos de cama referidos a unos hechos acontecidos años antes, una de las periodistas, cuyo papel era simular que acosaba a un gallito cuyo papel a su vez era simular sus heridas del corazón, le asaltó a la yugular y gritó:

-No, no y no. Hasta aquí podríamos llegar, señores. Por favor, un poco de seriedad. No fue P quien se acostó con Q, aquel que se acostó con R, aquella con quien ya te habías acostado tú. Porque, claro, si no nos atenemos a la verdad, así no se puede hablar. Hay que tener, señores míos, memoria histórica. Si no , así no se puede.

Al momento se me encendió la bombilla. Pero casi volví a caerme en la oscuridad porque mi amiga Laura, la del bar, rompió la brillantez de mis pensamientos.

-Deberían aprender esos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Volvió la luz. Ahí estaba, memoria histórica. Pero no la memoria de los rojos o de los azules, o la de los blancos, porque a estas alturas ya todos somos daltónicos en eso de las ideologías, sino la memoria histórica de los grandes personajes del corazón.
¿Y que dónde está el negocio? Pues muy fácil. Lanzar una tirada de postales con la fotografía de los grandes héroes de nuestros días. ¿Quién no se llevaría a su casa por un euro la efigie y el recuerdo de nuestras grandes mujeres y de nuestros grandes hombres de las sonrisas, la carne fresca o ahumada, las malas palabras o los cuernos, los aquí te pillo y aquí te dejo, los coños robados o las pollas permitidas, los chismes sabrosos de las camas y las mamadas, las bolsas de basura repletitas de euros, o los leones remojándose en la piscina de la casa.
Además, el turismo extranjero también será un gran cliente. A partir de ahora, el chico que haya venido de Berlín a Madrid ya no le mandará a sus padres una postal del Museo del Prado sino una del Conde Lecquio con los calzoncillos por las rodillas o de Leticia Savater con su falso chupachús entre los labios, o la chica que haya venido de Milán a Barcelona no escribirá a su novio unas palabras de amor en una postal del Parque Güell sino en una de Paquirrín babeando ante el
striptease de su Tamara, o en una del pelotudo Darek y la bióloga Anita Obregón, o de la arribista Marlene y la castiza Malena, o -sólo para los más aristócraticos- de Eugenia Martínez de Irujo o de Jaime Martínez Bordiú.
Por fin, ya he encontrado mi oportunidad de hacerme millonario. Y que nadie intente birlarme el negocio, que ya lo dejé patentado y bien atado.
Tony Brascons no me envió una postal desde Sierra Nevada. Y yo no se lo echo en cara porque sus historia es una de las postales más originales que he recibido últimamente.

Un emigrante africano, ilegal, anda saltando de risco en risco,
a más de tres mil metros de altitud entre el Veleta y el Mulhacén, con unas chanclas como calzado y una camiseta como único abrigo. Avistado desde lejos por los vecinos del lugar, fue retenido por la Guardia Civil. En ningún momento opuso resistencia.

¿Qué pensaba Tony Brascons cuando danzaba el himno de la soledad en aquellas montañas? No lo sabemos. Cuando la Guardia civil lo prendió, no abrió palabra, sólo sonreía.
¿Es verdad, Tony Brascons, que estás loco? ¿Qué es lo que pasó por tu mente para que, después de cruzar clandestinamente el Estrecho de Gibraltar, en un cayuco más parecido a una nuez en medio de la nada que a cualquier otra cosa, con cadáveres a tu lado de los compañeros de aventura que no soportaron la dureza del viaje, y después de haber llegado al paraíso de este primer mundo, te confundieras de dirección? ¿Qué te sucedió, qué viste, para que tú, que ya lo tenías casi todo, decidieras huir a la soledad de las cumbres? ¿Qué te confundió, Tony Brascons? ¿Qué te desilusionó? ¿Qué esperabas encontrar y no hallaste?
¿Qué espejismos te confundieron el cerebro?
Tony Brascon, como un derrotado Quijote del siglo XXI, se dejó apresar por la Guardia Civil sin oponer resitencia. Sonreía a raudales. No abrió palabra. Su mirada se perdía en el horizonte, enbargado por la fuerza del viento que enarbolaba sin rumbo su camiseta blanca.
Recibir un postal desde la cárcel es instructivo. Es un mundo que la mayoría de los mortales no conocen. Además, no es un destino de viaje que se oferte en las agencias.

Lo único que sentí mientras ardía frente a mí envuelta en una bola de fuego es que lo había conseguido: por fin,la había hecho mía, mía para siempre, aunque para ello hubiera tenido que destruirla. Porque su muerte era la única solución.
Hacía un mes que no quería estar conmigo, que hablaba de hacer su vida. Como si eso fuera posible.Ella era mía. Todo lo que era lo era gracias a mí.Yo la quería.
Yo nunca hubiera querido hacerle daño.
Pero las cosas son como son. Y yo soy un hombre y no podía dejar que ella se riera de mí. Eso, no. Se lo tenía dicho y ella no me hizo caso.

Y yo... me quedé pensando...

-A ese hombre había que colgarle de los huevos- sentenció Laura, mi querida amiga la del bar.

... no sabía si compadecerme más de la mujer quemada en vivo o de aquel pobre e infeliz animal. Laura, que suele adivinar mis pensamientos como por ósmosis, me cortó de cuajo la incertidumbre.

-Sois todos unos hijos de puta y unos cabrones.
No te parecerá nada original, hombre de las postales, que te envíe una tarjeta de tu misma ciudad. Pero, ¡ya me dirás tú! Tengo treinta y dos tacos y una hipoteca a cincuenta años de 1.500 € al mes (y sigue subiendo...). Comprenderás que, por mucho que me gustara viajar, lo más lejos que me puedo ir es hasta la esquina de mi calle a comprarme el pan.

lunes, 6 de agosto de 2007

Los niños de Darfur, región al oeste de Sudán, país sumergido en una guerra cruel y atroz en la que de manera encubierta o a las clraras se lucha por la riqueza de sus tierras, que bien repartidas alcanzarían abundantemente para todos, dibujan como los demás niños de su edad, simbolizan los objetos y las personas, trazan inseguros las líneas, reproducen la realidad elaborándola con sus ojos, sus propios colores y sus manchas, captan la impresión que sueñan en sus mentes, fabrican más que reproducen, se autorretratan, viven jugando. Pero, en sus cielos no hay estrellas sino helicópteros con ametralladoras, las aguas revueltas de sus ríos arrastran cadáveres, sus madres se desvanecen como frágiles arbustos incapaces de protegerles. Son niños. No hay duda. Sus dibujos los delatan. El problema es qué adutos serán. La incógnita es saber si, cuando se hagan mayores, serán capaces de contemplar en paz las estrellas, o bañarse en las aguas de sus tierras o si podrán darles sombra a sus propios hijos.
Los que instalados cómodamente en nuestras casas contemplamos los dibujos de estos niños con incredulidad y asombro no les hemos enseñado nada, en nada les hemos ayudado. Ellos a nosotros, sí. Estos niños, aun con toda su ingenuidad, nos han revelado lo que de ninguna manera estamos dispuestos a aceptar: nuestra indiferencia, nuestra apatía, nuestra insolidaridad.
Todavía no sabemos cómo van a ser de mayores estos niños; pero, nosotros ya nos conocemos como somos ahora.

viernes, 3 de agosto de 2007





POSTALES QUE LLEGAN DE ÁFRICA


(Los niños de Darfur pintan lo que ven y lo que viven para la ONG británica Waging Peace.)






LA GUERRA DE LOS NIÑOS


















LOS COLORES DE DARFUR


¡MORTS.! ¡MORTS.! ¡MORTS.! ¡MORTS.! ¡MORTS.!


SE ENTIENDE FÁCILMENTE... SÓLO HAY QUE VIVIRLO.