jueves, 31 de enero de 2008

calles salpicadas de violencia y de muerte, aceras con cuerpos mutilados, cadáveres putrefactos, violaciones de mujeres y niños, masas de carne sin vida cosidas a machetazos, odios como cuchillos en los ojos, los más bajos instintos en las uñas de los dedos, obligada resignación de la miseria y del abandono,sueños cercenados de raíz,pisoteada la más mínima ilusión, olor a carne chamuscada, masas enfurecidas y descontraladas, regueros de almas sin apenas cuerpo que huyen de sus hogares en busca de un futuro desconocido, nubarrones de incertidumbre, miedo, castraciones en serie, sonrisas diabólicas, crudas luchas callejeras, tiroteos, sinrazones, bandas étnicas hermanas y rivales, juegos a muerte de adultos con arcos y flechas, casas incendiadas, saqueadores

No es esto una indecente y morbosa escena de una mala novela negra; es la puta y descarnada realidad actual de Kenia.

miércoles, 30 de enero de 2008

Oye, tío, no puedes seguir diciendo que no. Ya sabes que mi casa es la tuya y que me ofrezco como cicerone entretenido y con tiempo (eso es lo que le sobra a mi trabajo, aunque parezca increíble para los días que corren). Y, qué carajo, tengo muchas ganas de hablar y de pasear contigo. ¿Quieres algo más? Así que, ¿cuándo te decides a hacerme una visita? Además, imagino que ya te habrás enterado. Ahora se te ha presentado la mejor excusa para venir a Nueva York. Aquí han llegado las tres mil fotografías que Robert Capa perdió cuando huyó de París el año que acabó vuestra guerra y comenzó la de todo el mundo. ¡Qué gracia demostrasteis los españoles al ser unos adelantados! De sobra conozco tu obsesión por algunos episodios de tu historia como la Guerra Civil o la Revolución del 34, que, para decirte toda la verdad, a mí aún me resultan bastante incomprensibles. Y también me han llegado noticias de tu interés por las fotografías de Robert Capa. Como ves, aquí, en Nueva York, lo encontrarás todo, muchísimas cosas que ver, un amigo al que abrazar, y una visita al Centro Internacional de Fotografía de Midtown Manhattan, donde podrás contemplar las fotografías de tu admirado Robert Capa y las fotografías de "la maleta mexicana". Oye, ¿por qué te fascina tanto la Revolución del 34 y la Guerra Civil de tu querida España?
Un abrazo pequeño como adelanto de otro mucho mayor que espero darte en persona y muy pronto.

sábado, 26 de enero de 2008

Laura me vuelve a escribir.

Continúo en Bogotá. Te he de pedir algunos favores, porque he cambiado de planes. Ya te enviaré nuevas noticias más adelante, cuando yo misma haya asimilado mis nuevas decisiones y las tenga bien claras.
Por cierto, he leído en el periódico que ha muerto Ángel González. No sé si entristecerme o alegrarme. Ángel vivió su vida, vigilante, luchando por su libertad y la de los demás, comprometido con sus ideas, paseando con tranquilidad por las calles y las tabernas de medio mundo, amigo de sus amigos.
¿Recuerdas cuándo se caía por Oviedo y al atardecer se anclaba en la mesa de la esquina del bar, al lado del ventanal, justo enfrente de las escaleras en las que se deshace nuestra calle? Allí se pasaba el tiempo, hasta que se prendían las farolas de la calle. El vaso sobre la mesa, entre los dedos el cigarrillo.
Cuando me acercaba con la botella a rellenarle el vaso, siempre me hacía la misma pregunta.
-Laura, ¿cuándo te decides a cerrar el bar y regresar de nuevo a la enseñanza?
Y siempre acababa la pregunta con una sonrisa, con ironía, sin ruido, tal como él era.
Hoy me he acercado a una librería del centro de Bogotá y he vuelto a comprar algunos de sus libros. Ya sé que los tengo todos, o casi todos, ahí, en mi casa. Pero sentí ganas de releer unos cuantos poemas de quien fue y continúa siemdo mi poeta preferido.
Era astuto ese Ángel González. Era fino de palabra, taladraba las ideas sin aspavientos, sin bullicio, con claridad. Era un genio en el arte de cerrar un poema. Cortaba de un tajo y en seco los sentimientos, pero sin maltratarlos ni herirlos.
Si encuentras ocasión, dale de mi parte un abrazo y todo el cariño a su mujer.
Un beso también para ti, hombre de las postales.

viernes, 25 de enero de 2008

Aquí, en Gaza, se está intentando matar elefantes a perdigonazos y pulgas a cañonazos. Esta situación en la que vivimos, aparte de ser una injusticia manifiesta, es un real despropósito.
Soy palestina, tengo veinticinco años, y estoy esperando entrar en el hospital de un día para otro para dar a luz a un niño. El médico ya me ha dicho que mi parto ha de ser por cesárea, debido a mi estructura morfológica. Y en éstas estamos. Pero, cuando me llegue la hora, ¿habrá electricidad en el hospital? ¿Se habrán juntado para entonces los cables adecuados en las inefables cabezas del primer ministro israelí Ehud Olmert y su colega, el ministro de defensa Ehud Barak? ¿O no?
Pero, pensándolo bien y aunque el decirlo me duela hasta en lo más profundo de las entrañas, no tengo muy claro que desee de verdad que mi hijo venga con vida a este mundo. ¿Qué futuro le espera? ¿Qué sufrimientos? ¿Qué injusticias? Últimamente no dejo de acusarme de ser una mala madre por traer a un hijo a las tinieblas de este mundo, por arrojarlo en medio de esta realidad mísera, agobiante hasta la putrefacción, sangrienta, una realidad en carne viva y, lo peor de todo, sin un horizonte claro en el futuro.

martes, 22 de enero de 2008

Soy un cámara de una televisión francesa y junto a mis compañeros de equipo me encuentro en Nueva Delhi para rodar un documental sobre las ciento cincuenta mil personas sin techo que deambulan de un lado para otro en la capital de la India poseyendo únicamente la tierra como alfombra y como techo el cielo y sus estrellas.
A pesar de todo, esta gente no sufre por su pobreza, por su desamparo y abandono, al menos no en relación con el tamaño de la injusticia que padecen. Y no sufre porque en realidad no han visto ninguna otra vida mejor con la que poder comparar la suya. Esto es lo más triste, que se les niega el conocimiento de otras realidades que, al ignorarlas, nunca intentarán alcanzar porque, en realidad, ni tan siquiera saben que existen. Y así, conviven con su miseria y la aceptan con una extraña resignación. Desconocen incluso su derecho a la protesta y a la rebelión.

jueves, 10 de enero de 2008

Los warlords o señores de la guerra africanos no me parecen más criminales que los políticos tiránicos y corruptos o que los depredadores económicos de otras latitudes. Lo que sucede es que en África los instintos aún están a flor de piel porque la lucha por la supervivencia es en la mayoría de estos territorios la única y principal preocupación, y la lacerante injusticia social que aquí se respira de forma brutal ciega el entendimiento, cercena hasta el más mínimo sentimiento y animaliza violentamente al ser humano.
Tristemente, creo que ésta es la clave para poder entender la trágica realidad que estamos sufriendo en la actualidad en Kenia y para poder soportar actuaciones inhumanas y salvajes como la quema de una iglesia con más de cincuentas personas dentro, la mayoría niños y mujeres.

domingo, 6 de enero de 2008

Desde Ucrania.
Más que a ti, hombre de las postales, les escribo a mis dos nietos, que hace año y medio que se han ido con sus padres a España.
Hoy, después de dos semanas de no recibir noticias suyas porque se les había estropeado la computadora, he podido volver a chatear con ellos.
Me dicen que están muy contentos en el norte de España, que les gusta mucho la ciudad en la que viven, Oviedo, y que tienen muchos amigos.
Una caricia llena de emoción y de cariño para ellos, de sus abuelos.
Hoy he recibido, después de su partida, las primeras noticias de Laura.

Acabo de aterrizar en Bogotá.
No te lo vas a creer. Aunque sólo fue como el fogonazo de una fotografía, he visto a Gabriel García Márquez. Fueron apenas unos segundos antes de ser engullido por un grupo de periodistas y desaparecer de mi vista.
Me siento un poco cansada. Ahora mismo me voy al hotel a recoger fuerzas.
Ya te sigo contanto.

jueves, 3 de enero de 2008

Estoy pasando unos días e Liubliana, capital de Eslovenia, país que asume en la actualidad la presidencia del Consejo de la Unión Europea.
Lo que más me ha sorprendido es la constatación del mundo global en el que vivimos, al menos del globo hinchado y barrigudo de los ricos.
Digo esto porque lo que me ha llamado la atención de Liubliana, más incluso que su arquitectura barroca y modernista de Joze Plecnik, más que su mercadillo de antigüedades en Cankar Quay, su puente de los Dragones o la torre de su castillo, sus tiendas de diseño o sus bares de moda, ha sido la vestimenta de los jóvenes, que, una vez clasificados en las distintas tribus urbanas, son absolutamente unos clones de los jóvenes de cualquier otra ciudad eruropea, con la misma ropa y las mismas marcas, la misma estética, el mismo porte, el mismo caminar. Y la misma incomunicabilidad: calles llenas de jóvenes aislados, encerrados herméticamente en sí mismos con los auriculares de sus MP3.

miércoles, 2 de enero de 2008

Benazir Bhutto ha muerto en un criminal atentado. Pero no me interesa ahora la desaparición de la mujer Benazir Bhutto, hija mayor de Zulfikar Ali Bhutto, esposa de Asif Ali Zardari, y madre de Bilawal Bhutto. Tristemente es una muerte más del alocado carrusel de irracionalidad y violencia de este mundo y no quiero caer en una hagiografía que ni creo conveniente ni comparto.
Lo que sí me interesa es el asesinato de la líder del Partido Popular de Pakistán. Lo que sí me preocupa es la caída de un símbolo, la caída de una esperanza, la esperanza de que la vida política pakistaní se fuera sosegando y reencontrara caminos para la solución de sus graves problemas.
Por eso, no lloro ahora la muerte de una mujer. Lloro la desesperanza y la desorientación de 165 millones de pakistanís que ven peligar su futuro y observan atónitos cómo su vida depende de ese oculto juego de hilos que mueven el fantasmagórico espectáculo de la política. Lloro por la incertidumbre de esas anónimas mujeres que ahora mismo están llevando a sus hijos a las escuelas, o de esos hombres que acuden día a día y honradamente a sus trabajos, de esos ancianos que tienen dificultades para rematar sus vidas con dignidad o de esas anónimas chicas enamoradas que esperan ansiosamente la caída de la tarde. Lloro por mi país.