miércoles, 3 de octubre de 2007

En el buzón no había ninguna postal de Birmania; pero, sí había una de Benidorm. Su remitente es un joven de dieciocho años que se pasó trabajando todo el verano de ayudante de un fontanero. Entre julio y agosto se ganó mil euros. De ellos no le queda nada: entre los fines de semana y un viaje relámpago de fiesta se esfumó cada moneda.
Como ves, estoy en Benidorm: es mi premio a dos meses de curro duro. No me preguntes si esto es guapo o feo, porque la verdad es que aún no lo conozco, aunque no debe de estar mal. La noche en las discotecas es muy larga y las horas del día hay que aprovecharlas para dormir y reponerse para la noche siguiente.
-Y aún no has escrito nada de Birmania -mi amiga Laura la del bar no deja descansar la puntilla.
-Ya te dije que aún no me habían enviado desde allí ninguna postal.
-Oye, ese chico se lo tuvo que pasar de puta madre. Aquí, en este país, se trabaja duro, pero también te lo puedes pasar en grande -a Pepe, el del kiosko, parecía darle envidia la parranda de Benidorm.
-También en Birmania se trabaja duro y, sin embargo, a la gente no le llega el dinero para pagarse el autobús.
-Tú, Laura, siempre refunfuñando -Pepe no quería abandonar su sueño.
-Pero, ¿qué vas a esperar de unos gobernantes que cambian la numeración de todos los billetes del país para que no aparezca el cero, porque consideran que es un número de mala suerte? -Laura remató la faena.

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