Esto no es una postal; es una simple noticia de periódico.
CASTELLÓN, 19 (EUROPA PRESS) - La esposa y los dos hijos del ciudadano rumano que falleció hoy en el Hospital La Fe de Valencia como consecuencia de las heridas que se provocó tras quemarse a lo bonzo el pasado 4 de septiembre cerca de la Subdelegación del Gobierno en Castellón regresaron a principios de esta semana a su país, según informaron a Europa Press fuentes de la Conselleria de Bienestar Social.
La mujer, que era consciente de la gravedad de su marido y de que podría fallecer durante su ausencia y que manifestó su intención de regresar, decidió volver a Rumanía alegando que deseaba que sus hijos estuviesen allí, según las mismas fuentes.
La Conselleria de Inmigración está realizando los trámites oportunos para comunicar el fallecimiento del hombre a su familia y, en función de lo que ésta decida, se actuará. Así, si la esposa quiere que el cadáver sea repatriado, serán el Consulado de Rumanía o la Delegación del Gobierno los encargados de los trámites, añadieron las citadas fuentes.
El hombre, que presentaba el 70 por ciento de la superficie corporal quemada, se prendió fuego para reclamar ayudas económicas a las instituciones para poder regresar con su familia a Rumania.
Los cuatro miembros de esta familia llevaban varios meses en Castellón, donde llegaron con la promesa de un trabajo y una vivienda que resultó ser una estafa, según explicó a los medios de comunicación la hija de la víctima, Isabelle.
-Hostia, ni aún ahora saben el nombre de ese rumano -comenzó chillando Laura la del bar.
-O no quieren saberlo, o no tienen la necesidad de ello.
-Bueno. Al fin y al cabo es un rumano.
-¿A qué viene eso, Lucía?
-Déjame de remilgos. Y de complejos estúpidos. Centrémonos: ¿no es verdad que la noticia se entiende perfectamente con el simple dato de que el protagonista es un rumano que ha venido a trabajar a España con un contrato-estafa?
-Perfectamente.
-Pues, eso -remató Lucía.
-Y el segundo párrafo de la noticia, ¿no te da mala espina?
-Eso, eso. La mujer coge el dinero y se va corriendo. Y el marido en el hospital... -quien habló ahora fue Pepe, el dueño del quiosco que está al lado del bar de Lucía.
-A eso precisamente me refería yo -salté como un cohete.
-En ese tema yo estoy con el periodista -me respondió Lucía-. Él suelta la información y que cada uno se recomponga la historia.
-Pero es que el modo de contar o no contar la historia va a determinar la imaginación de los lectores -insistí yo.
-Es verdad, y verdad de la buena -Pepe me daba la razón.
Pero Lucía juega con ideas claras:
-¿Por qué no os dejáis de pamplinas y que cada uno piense e imagine lo que quiera?
-Y, sin embargo, a ti no te pareció bien que ni en la segunda noticia apareciera el nombre del rumano -como no manejaba más argumentos que una intuición, simplemente traté de jorobar.
-Al carajo con el dichoso rumano -sentenció Lucía.
Y, ahora, más tranquilo y cómodo en mi casa, pienso yo: ¿merece la pena discutir o romperse los sesos porque un rumano decida autoinmolarse para conseguir cuatrocientos euros y así poder regresar a su país? Mañana lo pienso.