viernes, 7 de septiembre de 2007

Noticia en el periódico. Postal insólita. Un hombre, rumano, de cuarenta y cuatro años, -sin nombre- (Lucía siempre es la más aguda, porque, efectivamente, el periodista no da el nombre), intenta suicidarse a lo bonzo tras serle denegado por la Subdelegación del Gobierno de Castellón un préstamo de cuatrocientos euros que había pedido para poder regresar a su país con su familia. El rumano había venido a España con una oferta de trabajo, que después resultó una estafa (-Qué majos, robar a los pobres.- Lucía es así.). La autoinmolación fue rodada y fotografiada en directo. Con todo lujo de detalles gráficos (¿Eso es lo único que nos interesa? ¿El morbo de ver a un hombre autoinmolarse delante de su mujer y de su hija?): comienzo del fuego; ante el prendimiento de la camiseta, ayuda de la Guardia Civil que le quita los pantalones ante la atónita mirada de su mujer y la vuelta de espalda de su hija de pocos años; el clímax del suceso, una fotografía del rumano sin nombre, con la piel colgando de su cuerpo hecha jirones, con los pies cruzados y los brazos arqueadamente caídos a imitación de un cristo descendiendo de la cruz, ¿o un animal cazado y herido de muerte?, con una mirada elevada (lo único que se alza de su cuerpo), penetrante, fija, determinada, clavada en... ¿en dónde?

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