Benazir Bhutto ha muerto en un criminal atentado. Pero no me interesa ahora la desaparición de la mujer Benazir Bhutto, hija mayor de Zulfikar Ali Bhutto, esposa de Asif Ali Zardari, y madre de Bilawal Bhutto. Tristemente es una muerte más del alocado carrusel de irracionalidad y violencia de este mundo y no quiero caer en una hagiografía que ni creo conveniente ni comparto.
Lo que sí me interesa es el asesinato de la líder del Partido Popular de Pakistán. Lo que sí me preocupa es la caída de un símbolo, la caída de una esperanza, la esperanza de que la vida política pakistaní se fuera sosegando y reencontrara caminos para la solución de sus graves problemas.
Por eso, no lloro ahora la muerte de una mujer. Lloro la desesperanza y la desorientación de 165 millones de pakistanís que ven peligar su futuro y observan atónitos cómo su vida depende de ese oculto juego de hilos que mueven el fantasmagórico espectáculo de la política. Lloro por la incertidumbre de esas anónimas mujeres que ahora mismo están llevando a sus hijos a las escuelas, o de esos hombres que acuden día a día y honradamente a sus trabajos, de esos ancianos que tienen dificultades para rematar sus vidas con dignidad o de esas anónimas chicas enamoradas que esperan ansiosamente la caída de la tarde. Lloro por mi país.
Lo que sí me interesa es el asesinato de la líder del Partido Popular de Pakistán. Lo que sí me preocupa es la caída de un símbolo, la caída de una esperanza, la esperanza de que la vida política pakistaní se fuera sosegando y reencontrara caminos para la solución de sus graves problemas.
Por eso, no lloro ahora la muerte de una mujer. Lloro la desesperanza y la desorientación de 165 millones de pakistanís que ven peligar su futuro y observan atónitos cómo su vida depende de ese oculto juego de hilos que mueven el fantasmagórico espectáculo de la política. Lloro por la incertidumbre de esas anónimas mujeres que ahora mismo están llevando a sus hijos a las escuelas, o de esos hombres que acuden día a día y honradamente a sus trabajos, de esos ancianos que tienen dificultades para rematar sus vidas con dignidad o de esas anónimas chicas enamoradas que esperan ansiosamente la caída de la tarde. Lloro por mi país.

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