jueves, 3 de enero de 2008

Estoy pasando unos días e Liubliana, capital de Eslovenia, país que asume en la actualidad la presidencia del Consejo de la Unión Europea.
Lo que más me ha sorprendido es la constatación del mundo global en el que vivimos, al menos del globo hinchado y barrigudo de los ricos.
Digo esto porque lo que me ha llamado la atención de Liubliana, más incluso que su arquitectura barroca y modernista de Joze Plecnik, más que su mercadillo de antigüedades en Cankar Quay, su puente de los Dragones o la torre de su castillo, sus tiendas de diseño o sus bares de moda, ha sido la vestimenta de los jóvenes, que, una vez clasificados en las distintas tribus urbanas, son absolutamente unos clones de los jóvenes de cualquier otra ciudad eruropea, con la misma ropa y las mismas marcas, la misma estética, el mismo porte, el mismo caminar. Y la misma incomunicabilidad: calles llenas de jóvenes aislados, encerrados herméticamente en sí mismos con los auriculares de sus MP3.

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