Aquí, en Gaza, se está intentando matar elefantes a perdigonazos y pulgas a cañonazos. Esta situación en la que vivimos, aparte de ser una injusticia manifiesta, es un real despropósito.
Soy palestina, tengo veinticinco años, y estoy esperando entrar en el hospital de un día para otro para dar a luz a un niño. El médico ya me ha dicho que mi parto ha de ser por cesárea, debido a mi estructura morfológica. Y en éstas estamos. Pero, cuando me llegue la hora, ¿habrá electricidad en el hospital? ¿Se habrán juntado para entonces los cables adecuados en las inefables cabezas del primer ministro israelí Ehud Olmert y su colega, el ministro de defensa Ehud Barak? ¿O no?
Pero, pensándolo bien y aunque el decirlo me duela hasta en lo más profundo de las entrañas, no tengo muy claro que desee de verdad que mi hijo venga con vida a este mundo. ¿Qué futuro le espera? ¿Qué sufrimientos? ¿Qué injusticias? Últimamente no dejo de acusarme de ser una mala madre por traer a un hijo a las tinieblas de este mundo, por arrojarlo en medio de esta realidad mísera, agobiante hasta la putrefacción, sangrienta, una realidad en carne viva y, lo peor de todo, sin un horizonte claro en el futuro.
Soy palestina, tengo veinticinco años, y estoy esperando entrar en el hospital de un día para otro para dar a luz a un niño. El médico ya me ha dicho que mi parto ha de ser por cesárea, debido a mi estructura morfológica. Y en éstas estamos. Pero, cuando me llegue la hora, ¿habrá electricidad en el hospital? ¿Se habrán juntado para entonces los cables adecuados en las inefables cabezas del primer ministro israelí Ehud Olmert y su colega, el ministro de defensa Ehud Barak? ¿O no?
Pero, pensándolo bien y aunque el decirlo me duela hasta en lo más profundo de las entrañas, no tengo muy claro que desee de verdad que mi hijo venga con vida a este mundo. ¿Qué futuro le espera? ¿Qué sufrimientos? ¿Qué injusticias? Últimamente no dejo de acusarme de ser una mala madre por traer a un hijo a las tinieblas de este mundo, por arrojarlo en medio de esta realidad mísera, agobiante hasta la putrefacción, sangrienta, una realidad en carne viva y, lo peor de todo, sin un horizonte claro en el futuro.
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