Tener un amigo en la CIA es una bendición para un coleccionista de postales. Los agentes, entre tantos vuelos secretos y visitas a tantas cárceles sin nombre, siempre encuentran un minuto para acordarse de los suyos. En los últimos meses, he viajado de lo lindo gracias a mi amigo de la CIA y a los curiosamente llamados detenidos extrajudiciales: de Bangor a Roma, de Praga a Bakú, de Islamabad a Ammán, de Rabat a Bucarest, de Argel a Larnaca, de Estocolmo a El Cairo, de Washington a Mallorca, de Skopje a Guantánamo...
martes, 3 de julio de 2007
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