lunes, 21 de mayo de 2007


Un amigo me ha conseguido a través de otro amigo unas postales de Soria: una de las ruinas de Numancia, otra de la iglesia de Santo Domingo, y la tercera del monasterio de San Juan de Duero. Son unas postales de hace unos veinte o treinta años, en colores vivos, pero que el paso del tiempo las ha ido rebajando de tono otorgándoles una inefable pátina de lejanía. Contemplándolas, no me resultó difícil viajar en el tiempo e imaginar a Antonio Machado viviendo en Soria. Viviendo y amando. Antonio Machado, de treinta y cuatro años, se casó con Leonor Izquierdo, de quince, el 30 de julio de 1909. (He vuelto a leer las dos líneas anteriores y me ha dado por sonreír al pensar que me he mantenido casi siempre en un extremo relativismo moral en relación a los actos externos del ser humano, pero no así en cuanto a su voluntad. Eso es lo que he creído siempre y, claro está, ni soy el único ni el innovador de esta visión moral. Es difícil mantenerse en esta postura porque a menudo cabalga uno al borde del abismo. Aunque, en ocasiones, no es tanta la dificultad: aún no me ha supuesto ningún esfuerzo distinguir las diferentes voluntades en una historia como la de Antonio Machado o en los viajes de turismo sexual infantil hacia países del sudeste asiático o hacia América Latina y el Caribe.) Parece ser que el día de la boda de Leonor y Machado ocurrió lo que era políticamente correcto: desde los soportales de enfrente unos jóvenes vocingleros insultaron a los novios cuando salían de la iglesia.

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