No me da miedo la palabra “moral”(Nicolas Sarkozy dixit). Desde mayo de 1968 no se podía hablar de moral. Era una palabra que había desaparecido del vocabulario político. Hoy, por primera vez en decenios, la moral ha estado en el corazón de la campaña presidencial. Mayo del 68 nos había impuesto el relativismo intelectual y moral. Los herederos del 68 habían impuesto la idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo. Habían querido hacernos creer que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos alumnos, que no había diferencias de valor y de mérito. Habían querido hacernos creer que la víctima cuenta menos que el delincuente, y que no puede existir ninguna jerarquía de valores. Habían proclamado que todo está permitido, que la autoridad había terminado, que las buenas maneras habían terminado, que el respeto había terminado, que ya no había nada que fuera grande, nada que fuera sagrado, nada admirable, y tampoco ya ninguna regla, ninguna norma, nada que estuviera prohibido. Recordad el eslogan de Mayo del 68 en las paredes de la Sorbona: “Vivir sin obligaciones y gozar sin trabas”. Así la herencia de Mayo del 68 ha liquidado a la escuela de Jules Ferry en la izquierda francesa, que era una escuela de la excelencia, del mérito, del respeto, del civismo; una escuela que quería ayudar a los niños a convertirse en adultos y no a seguir siendo niños grandes, una escuela que quería instruir y no infantilizar, porque había sido construida por grandes republicanos que tenían la convicción de que el ignorante no es libre. Pero la herencia de Mayo del 68 ha liquidado esa escuela que transmitía una cultura común y una moral compartida, cultura y moral gracias a las que todos los franceses podían hablarse, comprenderse, vivir juntos. La herencia de Mayo del 68 ha introducido el cinismo en la sociedad y en la política. Han sido precisamente los valores de Mayo del 68 los que han promovido la deriva del capitalismo financiero, el culto del dinero-rey, del beneficio a corto plazo, de la especulación. El cuestionamiento de todas las referencias éticas y de todos los valores morales ha contribuido a debilitar la moral del capitalismo, ha preparado el terreno para el capitalismo sin escrúpulos y sin ética, para esas indemnizaciones millonarias de los grandes directivos, esos retiros blindados, esos abusos de ciertos empresarios, el triunfo del depredador sobre el emprendedor, del especulador sobre el trabajador.
Cuando acabé de leer tal discurso, me escapé corriendo al bar de Laura.
-¿Lo de siempre?
-No, aún no. Tengo que tomar aliento.
-¿Qué pinchamos hoy?
-Lo que quieras. No estoy de mucho humor.
-Vale. Vale.- Me cortó.
Y la muy simpática pincha uno de un tal Ismael Serrano que se despacha, ¿a gusto?, con su padre recordándole aquella fantasmagórica historia del mayo del 68.
Mi querida Laura es así. Cuando estoy contento, me pincha "Campanades a morts" de Lluis Llach.
Cuando acabé de leer tal discurso, me escapé corriendo al bar de Laura.
-¿Lo de siempre?
-No, aún no. Tengo que tomar aliento.
-¿Qué pinchamos hoy?
-Lo que quieras. No estoy de mucho humor.
-Vale. Vale.- Me cortó.
Y la muy simpática pincha uno de un tal Ismael Serrano que se despacha, ¿a gusto?, con su padre recordándole aquella fantasmagórica historia del mayo del 68.
Mi querida Laura es así. Cuando estoy contento, me pincha "Campanades a morts" de Lluis Llach.
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