Tiempo hace que no escribo nada yo mismo en las páginas de este cuaderno y tan sólo me voy alimentando de las postales que me envían mis amigos desde cualquier lugar del planeta. Desde que se fue Laura, he perdido el apetito por escribir. Ahora me doy cuenta de lo importante que eran mis noches en el bar de Laura. Allí discutía, allí se me criaban las ganas de desear, de luchar por las injusticias, de soñar. Lo peor de todo es que ya dudo de que Laura regrese alguna vez.
Y, a pesar de todo, hoy se me han encendido las tintas al leer en un periódico la visión directa que una cooperante de Médicos Sin Fronteras nos ofrece, a pie de las ametralladoras y los machetes, del pillaje y del bandidismo, de lo que está sucediendo en el Chad.
El caos y la barbarie serían un esperpento si no fueran una realidad: la guerrilla que cruza todo el país con trescientos vehículos en treinta y seis horas hasta llegar a la capital, N´djamena; el presidente Idriiss Deby que hace oídos sordos a una petición de gobierno de coalición; la presunta intervención en el conflicto de Sudán, ¿quizás para tapar sus vergüenzas descaradamente enseñadas en Darfur?; los intereses inconfesados de alguna potencia ¿excolonialista?, como Francia, que babearía ante los recursos de petróleo del Chad...
¡Qué pena que ya no esté Laura en el bar! Las penas, aun duras y difíciles de tragar, junto a ella y su mala uva, sus comentarios ácidos y penetrantes, huidizos o comprometidos, según anduviera de ánimo, se volvían más sufribles y hasta más fáciles de digerir.
Y, a pesar de todo, hoy se me han encendido las tintas al leer en un periódico la visión directa que una cooperante de Médicos Sin Fronteras nos ofrece, a pie de las ametralladoras y los machetes, del pillaje y del bandidismo, de lo que está sucediendo en el Chad.
El caos y la barbarie serían un esperpento si no fueran una realidad: la guerrilla que cruza todo el país con trescientos vehículos en treinta y seis horas hasta llegar a la capital, N´djamena; el presidente Idriiss Deby que hace oídos sordos a una petición de gobierno de coalición; la presunta intervención en el conflicto de Sudán, ¿quizás para tapar sus vergüenzas descaradamente enseñadas en Darfur?; los intereses inconfesados de alguna potencia ¿excolonialista?, como Francia, que babearía ante los recursos de petróleo del Chad...
¡Qué pena que ya no esté Laura en el bar! Las penas, aun duras y difíciles de tragar, junto a ella y su mala uva, sus comentarios ácidos y penetrantes, huidizos o comprometidos, según anduviera de ánimo, se volvían más sufribles y hasta más fáciles de digerir.
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