lunes, 1 de septiembre de 2008

La realidad actual es sangrante, además de vergonzosa.

La violencia doméstica, en la que la mujer se lleva estadísticamente la peor parte de forma apabullante, es un problema que responde a múltiples causas y que se encuentra perversamente enquistado en nuestra sociedad.

La solución, por lo tanto, debe llegar desde muchos campos; pero, dos son de vital importancia, aunque sus frutos nos sean inmediatos ni milagrosos: la educación en la igualdad y el respeto, y la voluntad de los organismos oficiales de enfrentarse a la realidad para intentar cambiarla con iniciativas concretas, realistas y efectivas.

Ante este panorama, el programa de Inserción Laboral de Mujeres Monoparentales Asturianas abre una ventana a la esperanza de muchas mujeres y, lo que conviene subrayar, de sus hijos. Por eso, son preocupantes las voces que, sin criticar abiertamente las actuaciones de los distintos organismos, introducen de forma subrepticia dudas sobre la veracidad de los golpes, de los gritos de dolor y las muertes, de las humillaciones y la destrucción de las personas. Hay un dicho popular que, como muchos otros, revela esta verdad: “Quien hizo la ley hizo la trampa”. No obstante, si nos guiásemos por el miedo al engaño, ¿cuántas leyes o iniciativas oficiales dejaríamos en pie? Además, intentar recortar por los derechos de los más débiles, débiles socioeconómicamente hablando, es, si no de cobardes, sí de indolentes.

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